Carlos Garrido y su Estrella Fenicia

Carlos y yo nos conocimos de jóvenes, yo debía de tener 21 o 22 años y él 19 o 20. Éramos vecinos, los dos vivíamos a la izquierda del Eixample, a varias manzanas el uno del otro. Por esto y porque compartíamos interés por la escritura, tras coincidir en una reunión de amigos, nos continuamos viendo. Nos encontrábamos en el Guitó, un bar de la esquina de Villarroel con la Gran Via, entonces Avenida de José Antonio Primo de Rivera, y que todavía sigue allí. Y mientras tomábamos una cerveza, charlábamos de literatura y nos intercambiábamos textos para leer. No nos relacionamos demasiado porque, al poco de conocernos, Carlos fue a hacer las milicias a Mallorca y se quedó allí. Y en este punto nos perdimos la pista.

Al cabo de veintiocho años, cuando yo establecí lazos con Mallorca y las visitas a la isla se hicieron frecuentes, nos reencontramos. No sé cómo fue, creo que Mikel, del Rafael Verdera, me pasó su teléfono. Lo que sí recuerdo es que nos encontramos en Barcelona (Carlos tenía un piso alquilado en la calle de Casanova y, casualmente, volvíamos a ser vecinos), en el bar Velódromo, y tras la alegría propia del encuentro, cuando me interesé por su vida actual, me dijo que hacía un mes que había enterrado a su hija. Y empezó a explicarme cómo había ido todo. La noticia y el relato me impresionaron por lo inesperado. Alba tenía 21 años cuando murió de un tumor cerebral y tras un proceso de deterioro que duró un año. Ahora todavía no sabía qué iba a hacer, todo era demasiado reciente. La colaboración con la Editorial Planeta, que era por lo que había vuelto, se había hecho muy intermitente, Alba, que había venido a estudiar, ya no estaba; el trabajo más continuado lo tenía con el Diario de Mallorca, en cuya redacción estuvo muchos años. Quizás regresara a Palma.

Finalmente, Carlos regresó a Mallorca. Pero durante el tiempo que aún estuvo en Barcelona nuestra amistad se consolido. Y continúa.

De alguna forma he tenido el privilegio de asistir a la gestación de sus dos obras más relevantes –al menos yo lo considero así– de su larga carrera de periodista y escritor: Te lo contaré en un viaje (Ares i Mares, 2002) y La Estrella Fenicia (Abril Cultura. CG Escènic, 2014). De las dos leí textos previos y, no obstante, cuando las tuve en las manos editadas me sorprendieron y fascinaron. Por la forma de contar, por el estilo, por la sinceridad y por la capacidad de sugerir de la prosa.

En La Estrella Fenicia, que subtitula Memorias taumatúrgicas, Carlos hace un repaso a su vida en un afán de buscar aquellos momentos clave que han determinado su futuro. Busca aquella estrella Fenicia de los griegos –nuestra estrella Polar– que permanece fija en el firmamento y guía nuestro destino. Es una biografía que no ofrece únicamente información anecdótica, sino que profundiza en el sustrato más íntimo de una vida y mira de descubrir por qué el protagonista es quien es y está donde está. Busca razones profundas a través de teorías e intuiciones, inspecciona sus conocimientos y sus raíces, trata de descubrir las causas de una identidad y aceptar sus consecuencias. Es una especie de catarsis personal inteligente, franca y emotiva. Con el propósito de interrogar el pasado, Carlos va desgranando su vida, desde la pintura afectuosa de un chico del franquismo, curioso e introvertido, que huye del autoritarismo político y familiar, hasta sus experiencias en el mundo del periodismo o como cantante y guitarrista de rock, pasando por los desencuentros sentimentales y el dolor por una pérdida impensable y su superación.

Por lo que llevo dicho hasta ahora alguien podría creer que La Estrella Fenicia es un especie de libro dirigido al crecimiento personal y a la autoayuda, una más del tipo de historias complacientes que nos ofrecía el inefable Paulo Coelho y que crearon un género. Pero no, no lo es, al contrario, es un libro que te sacude y estimula en tanto que hace resonar dentro de nosotros las mismas preguntas que el autor se formula y nos incita a hurgar en la intimidad más profunda de la forma como él mismo lo hace. No lo puedes evitar. Me atrevería a decir, y creo que no me ciega la pasión, que La Estrella Fenicia es una obra literaria brillante, una de esas obras escritas desde la honestidad y el conocimiento, que los editores ignoran porque no saben por dónde cogerlas, repleta de frases inteligentes y sugestivas, a la vez que no deja de divertirnos cuando cuenta anécdotas o nos sitúa en un contexto que podemos identificar por una simple cuestión generacional. Juzgad vosotros mismos. Abro el libro al azar y leo:

El miedo era un monstruo que iba posesionándose de mis adentros y contra el que no podía hacer nada. Los nervios se desabrochaban todas las noches. Adelgacé ostensiblemente mientras toda mi arquitectura espiritual amenazaba con derrumbarse. (pág. 117)

Lo cierro y lo abro de nuevo:

Todos ellos (se refiere a sus parientes difuntos) constituyen como una comunidad espectral, habitan dentro de mí. Cada uno proyecta una sombra distinta, habla o ríe en mis palabras o mis risas. Algunos me encienden luces desagradables y melancólicas, otros abren la trampilla de un sótano lleno de ratas y murmullos terribles. ¿Cómo podemos vivir con ellos sin ser conscientes? ¿Y si somos conscientes, qué debemos hacer? ¿Somos realmente nosotros o seremos siempre ellos? (pág. 85)

Y así podría ir encontrando, página a página, frases de un gran poder de evocación de todo aquello que es subyacente y que nos acompaña mientras vivimos, tan difícil de percibir, y que Carlos Garrido tiene la especial habilidad, el don envidiable, de saber escriturar.

Al repasar el ejemplar que tengo de La Estrella Fenicia para escribir esta nota he encontrado una frase que anoté en la última página y que resume la sensación que me produjo su lectura. La transcribo:

“La forma de narrarla diferencia una vida común del resto de vidas. Y las claves de la narración, sus goznes, son los conocimientos adquiridos. Vivimos tal y como sabemos y cómo lo sabemos; nuestros conocimientos nos escriben la vida y nos facilitan los códigos para interpretarla. Este libro es una prueba de ello.”

Si queréis saber más de Carlos Garrido y de La Estrella Fenicia clicad en los enlaces:

 http://www.carlos-garrido.com/

http://laestrellafenicia.blogspot.com.es/