Claudia Andujar, el compromiso del fotógrafo

Del 26 de febrero al 23 de mayo, en la Fundación Marfre de Barcelona se puede ver una exposición de la obra de la fotógrafa brasileña Claudia Andujar. Pero en realidad la muestra va más allá de la fotografía y nos ofrece una aproximación a la personalidad de esta mujer de noventa años que, a través de la fotografía, se convirtió en activista política.

La trayectoria profesional y personal de Claudia Andujar es un ejemplo de compromiso con la vida a través del arte. Y no me refiero a un simple compromiso entre obra y artista, sino a un compromiso mucho más amplio, que traspasa los límites del individuo y se implica con los demás, con la comunidad humana.

Como fotoperiodista de la revista brasileña Realidade, Claudia Andujar entró en contacto con las comunidades indígenas de la selva amazónica la década de los sesenta del siglo pasado, de las que realizó diversos reportajes. Pero a principios de los años setenta, cuando ya ha establecido contacto con la comunidad yanomami, el Programa de Desarrollo de la Amazonia de la dictadura brasileña proyecta la construcción de una carretera que cruza el territorio de los yanomamis de este a oeste. Esto abre las puertas a la penetración hacia el interior de la selva de la civilización tecnológica y de la avidez de los que la sustentan y propagan. La noticia de la existencia de oro y otros minerales valiosos en aquella región virgen atrae una ola migratoria de decenas de miles de personas y con ellas llegan enfermedades, conflictos y cambios sociales que conllevan la muerte de miles de indígenas y la degradación de su hábitat y forma de vida. En este momento la obra de Cladia Andujar hace un giro y deja de ser únicamente un documento artístico y antropológico para pasar a ser la denuncia de un genocidio cultural. Y esto comporta su expulsión del territorio amazónico y la prohibición de volver a él.

Recluida en Sao Paolo por decisión del gobierno brasileño, Claudia Andujar se incorpora al joven movimiento para la defensa de los indígenas y, en el año 1978, junto con un misionero italiano y un antropólogo francés, funda la Comisión Pro Yanomami (CCPY) y, acompañada por el líder yanomami Davi Kopenawa, se lanza a la tarea de denunciar internacionalmente la matanza masiva del pueblo yanomami y la violación de su territorio.

Fotógrafa, activista política y antropóloga. Sí, también antropóloga. Porque desde que entra en contacto con los yanomami a principios de los setenta y es aceptada en la comunidad, el interés de Claudia Andujar por su cultura va en aumento, y, consciente de que solo con la fotografía no puede alcanzar a comprender su complejidad, emprende iniciativas destinadas a hacer visible y divulgar el mundo real y simbólico de estos habitantes de la región del río Catrimani. Una de estas iniciativas fue el proyecto de dibujos llevado a cabo entre 1974 y 1976, en el cual, con materiales que ella les facilita, diversos artistas yanomami realizan una serie de dibujos que representan escenas de la vida diaria, sus rituales y sus mitos. En la exposición de Mapfre también se muestran algunos de estos interesantes dibujos en los que, en su esquematismo, se aprecian sorprendentes similitudes con las pinturas rupestres encontradas en abrigos y cuevas del neolítico europeo.

Por las fotografías, por los dibujos de los artistas yanomami y por lo que representa de proyecto vital de una persona, encuentro que la exposición de Mapfre vale la pena. No conocía a Claudia Andujar ni la había oído mencionar nunca y ahora me alegro de compartir tiempo y espacio con ella. Personas como ella son un estímulo en estos momentos tan lamentables, en los que tengo la sensación de que todo es un sinsentido y que nos dirigimos con paso decidido hacia nuestro propio exterminio.