Jordi Poquet, maestro y pintor

La última convocatoria social a la que asistí en Mallorca fue la inauguración de la exposición de pintura de Jordi Poquet en la sala Sa Rectoria, de Santa Margalida, coincidiendo con las fiestas de la Beata. Amigo de la familia de Isabel, me lo habían presentado en una ocasión y tenía curiosidad por conocer su obra. De hecho, ya había visto alguno de sus cuadros decorando las paredes familiares y me habían gustado. De modo que aproveché la ocasión para hacerme una idea más precisa de la talla artística del amigo Poquet

Jordi Poquet nació en Santa Margalida el año 1953 y durante su toda vida laboral fue maestro de escuela y pintaba en los ratos libres. Expuesto de este modo uno se imagina la obra de un aficionado con una vocación frustrada de artista. Pero en su caso debemos exponerlo al revés. Jordi Poquet es un artista con vocación de maestro, y durante toda su vida conjuga ambas actividades con una dedicación absoluta. No es extraño, pues, que, querido por las gentes de Santa Margalida por su dilatada labor docente en el pueblo y admirado por su maestría en la pintura, le ofreciesen un homenaje y el Ayuntamiento editase un amplio catálogo de su obra, que ha dado a conocer bellos rincones del municipio y de las islas allí donde ha expuesto.

Poquet no es un artista preocupado por la originalidad de sus planteamientos ni por el concepto, no forma parte de las vanguardias postmodernas, no se cuestiona el arte desde vertientes filosóficas o sociológicas, Poquet pinta lo que ve y lo hace con una habilidad extraordinaria. Sus paisajes, ya sean campos, montañas, bosques, olivos o marinas, tienen una belleza y harmonía que impresiona y sosiega. Son cuadros de una amabilidad incuestionable que a nadie importaría tener en casa y contemplarlos de vez en cuando. Poquet pinta la naturaleza con serena mirada y eso es lo que nos ofrece, sencillamente, humildemente. Y, la verdad, considero que es de agradecer.

Pero allí donde Jordi Poquet resulta más expresivo y deslumbrante es cuando pinta el jardín de su casa de Muro. Aquí su paleta colorista se suelta y llena de rosas, verdes, amarillos y delicados malvas la superficie de la tela de una forma tan suelta y acertada que no tiene nada que envidiar a la paleta de Monet cuando pinta su jardín de Giverny. No exagero.

El arte de Jordi Poquet no es un arte especulativo, es el arte de un artista sencillo que admira la naturaleza y la pinta con el trazo enérgico de los postimpresionistas. El postimpresionismo ya está inventado, me diréis. ¿Y qué si está inventado? La irrupción de una corriente artística en la historia del arte no debería de significar la descalificación de sus seguidos posteriores si los valores estéticos siguen vigentes. Y particularmente creo que la aportación de los postimpresionistas a la pintura no ha acabado ni se acabará nunca para todos los que amamos la naturaleza y la queremos aprehender a través de su reproducción ―con un dibujo, una pintura, una fotografía, una película…― en una especie de sacralización, de oración, de tributo a la Tierra y a la Vida. El paisajismo no es únicamente un género, sino también una devoción. Y en Mallorca hay excelentes devotos del paisaje, entre los cabe destacar a Jordi Poquet.

El arte es ante todo un compromiso del artista consigo mismo y es susceptible de manifestarse bajo la forma que se quiera siempre que la manifestación sea sincera y esté ejecutada con el dominio de la técnica necesario. Y la pintura de Jordi Poquet es sincera, no engaña a nadie con artificios ni discursos vanos, y tiene una ejecución impecable. Y es precisamente al buscar formas de expresión más originales y novedosas cuando encuentro que se pierde y debilita. Pero yo no soy quien para juzgar sus inquietudes como creador; lo único que puedo hacer es manifestar mi opinión, que, sea cual sea su deriva de ahora en adelante, siempre tendrá la consideración y el respeto que se merece por todo su recorrido.

En la actualidad, en el mundo del arte cabe plantear-se esta cuestión:

¿Quién es más artista, el que, rebelde y desafiante, es capaz de exponer una serie de latas que presuntamente contienen sus excrementos con el título Mierda de artista, como hizo Piero Manzoni  en el año 1961, o el que trabajo retirado y silencioso, despreocupado de corrientes y tendencias, y entregado al reto de expresar sus ansias e inquietudes con el rigor y el dominio técnico de los maestros admirados?

Yo personalmente no querría una de esas cajitas de mierda de Piero Manzoni ni regaladas, en cambio no me disgustaría tener uno de los paisajes de Jordi Poquet colgado en mi casa, a través del cual evocar algún rincón querido de Mallorca.

Enlazo con el blog de Jordi Poquet para los que queráis conocer su obra.