Litoral de Mallorca

El Illot des Porros

El Illot des Porros es el destino predilecto de Isabel en sus paseos matinales seguidos de baño. Partiendo de la playa de Son Bauló, es un trayecto de una media hora que hace casi a diario con algún acompañante, que ocasionalmente soy yo. Es un paraje lleno de encanto, que en aquellas horas de la mañana acostumbra a estar tranquilo y solitario; y, si la mar va llana, nadar de la costa a la isla es como hacerlo en una gran piscina salada y llena de peces. Entiendo que se sienta tan atraída por el sitio.

Entre Can Picafort y Son Serra de Marina el litoral es una alternancia de playas y rocas bajas de composición arenosa, calcoarenitas que en el país denominan marès y han sido objeto de explotación como material de construcción tradicional. Precisamente en este tramo de costa es donde se encuentra el Illot o Illa des Porros, que viene a ser el accidente geográfico más remarcable de todo el litoral oriental de la bahía de Alcúdia hasta el cabo de Ferrutx.

El Illot des Porros apenas emerge dos metros y medio del agua y se encuentra a unos 100 metros de la costa, a la que, en tiempos prehistóricos, cuando la necrópolis de Son Real cumplía con sus funciones de cementerio local, había estado unida. Lo hace pensar el hecho que se han encontrado en él tumbas de las mismas características y periodo que las de la necrópolis. Desgraciadamente, un fuerte temporal destruyó los restos arqueológicos que se habían excavado y ahora el islote es un montón informe de piedras, donde anidan las gaviotas  y, en verano, florecen los ajoporros (Allium ampeloprasun var. ampeliprasum), denominados también puerros silvestres; de ahí el nombre del islote.

Durante la caminata te vas encontrando una amplia representación de la flora mediterránea litoral, desde la típicamente dunar, como el barrón (Ammophila arenaria), el cardo marino (Eryngium maritimum) o la azucena de mar (Pancratium maritimum), a la que no tiene ningún inconveniente en enraizar entre rocas, como los limoniums (Limonium sp.), popularmente conocidos como limonios o siemprevivas, el hinojo marino (Crithmum maritimum) o la margarita de mar (Asteriscus maritimus / Pallenis marítima).

También se pasa por varias canteras de marès abandonadas y que dan medida de la importancia de esta actividad en el pasado. Pero, sin duda, el punto de mayor interés del recorrido y que no puedo evitar sentir una cierta emoción cada vez que llego a él es la necrópolis de Son Real, en la Punta dels Fenicis. La atracción que siento por este conjunto de tumbas megalíticas hace que cada vez me tenga que detener y, si llevo la cámara, fotografiarlas en un intento absurdo de capturar su misterio.

Desde el punto más elevado del Illot des Porros abarcas toda la bahía de Alcúdia con cada una de las poblaciones que han crecido en la costa, salvo Son Serra de Marina, que queda oculta por la Punta Llarga de Son Real. De este a oeste, vemos la urbanización de Betlem, la Colònia de Sant Pere, Can Picafort, las urbanizaciones y hoteles de la playa de Muro, Puerto de Alcúdia y la urbanización de Alcanada. Las siluetas de las Muntanyes d’Artà, por un lado, y la península del Cap des Pinar, por otro, con los 471 metros de la Talaia d’Alcúdia, dan relieve a los extremos más alejados de la bahía y hacen visibles sus límites. 

Si antes o después del baño vas más allá de la pequeña playa llena de alga que hay delante del islote, te encuentras el Arenal d’en Casat, una playa virgen que, a primera hora de la mañana y en tiempo de pandemia, está desierta y te hace sentir como Robinson Crusoe en su isla solitaria. Y total son diez minutos más de caminar.