Por el Moianès

El valle de Marfà y el molino de Brotons

Como decía, domingo, Fèlix y yo salimos a caminar. Como la previsión no era buena, decidimos ir cerca, y elegimos el Moianès. El Moianès es una subcomarca natural, estructurada como un altiplano ligeramente basculado hacia el suroeste, que separa las cuencas de Osona y de Bages, y que por el norte enlaza con el altiplano del Lluçanès, con el que mantiene afinidades geomorfológicas evidentes. Ambas subcomarcas participan de materiales comunes ―calizas, areniscas, margas y conglomerados―, de disposición casi horizontal, muy poco afectados por los plegamientos y atacados por una erosión fluvial diferencial, que ha respetado los más duros y ha vaciado los más blandos. El resultado es un relieve variado en el que se alternan riscos verticales, con rellanos, vertientes inclinadas y hondonadas, en donde el payés ha levantado masías y ha establecido cultivos.

Mientras nos aproximamos a nuestro destino empieza a llover. Pero confiamos en los meteorólogos de TV3, que han asegurado que, a pesar de que hará un día feo, no lloverá. De momento, a las 7,45 h de la mañana ya están equivocados.

Dejamos el coche junto a la Fàbrega, una masía convertida en restaurante y que ahora convive con un moderno viaducto que casi le pasa por encima. Con el viaducto, los automovilistas se han ahorrado una doble curva y el paisaje ha perdido harmonía y belleza. ¡Qué le vamos a hacer!

Empezamos a caminar por la pista que un rústico indicador en donde pone “Gironès” identifica. Gironès es el nombre de la primera masía a la que se puede llegar siguiendo la pista. También se llega a otras, ya que la pista va hasta Monistrol de Calders. Son las 8 h. El suelo está helado y el bastón rebota en él con un rumor sordo. Nos detenemos en la nevera de la Fàbrega, que es espectacular. La pista, que parte de junto a la riera de la Fàbrega, se le aleja y se le acerca alternativamente, adaptándose a los repliegues de la vertiente norte del Serrat del Moro. Hace frío; los charcos tienen una película de hielo que no se rompe fácilmente. A 2,5 km, pasada la bifurcación que conduce al Gironès, justo después de una curva muy cerrada, dejamos la pista en ligera ascensión que sigue hacia el Pedrós, y tomamos por otra a la derecha, que mantiene la cota.

Siguiendo esta pista, tras recorrer unos 2,6 km, llegamos a la masía abandonada del Saiolic. Enseguida encontramos otra pista que converge por la derecha; la dejamos atrás. Durante 2 km caminamos ignorando cualquier bifurcación hasta encontrar una a la derecha, que baja. Aquí tenemos dos opciones: si tomamos la pista que baja vamos a parar al pie del pequeño risco donde está la masía de Marfà y la antigua iglesia de Sant Pere, y será preciso remontarlo si las queremos visitar; si seguimos y en las bifurcaciones tomamos siempre a la derecha, llegaremos igualmente a la masía sin perder cota, pero dando un pequeño rodeo.

La masía abandonada del Saiolic

Se haga lo que se haga, para seguir hacia el molino de Brotons es preciso situarse a pie de risco y tomar la pista que va por la derecha del torrente y remonta la riera de Marfà, que nos queda a la izquierda. Si se toma la pista que circula a pie de risco y sigue el curso descendiente de la riera, se enlaza con el GR-3, que nos puede conducir a Monistrol de Calders si lo seguimos hacia el oeste, o a Moià si lo hacemos hacia el este.

La masía de Marfà y la iglesia de Sant Pere de Marfà

Como queremos ir al molino, seguimos la pista que remonta el curso de la riera hasta que el agua nos corta el paso. Tiempo atrás aquí existió una pasarela; una riada se la debió de llevar y no se ha rehecho. El resultado es que, como ha llovido durante la semana y la riera baja con bastante agua, nos tenemos que descalzar para pasarla. Solo son quince metros de chapoteo, pero la combinación de pasitos cortos para no resbalar y agua helada convierte los cuatro o cinco últimos metros en un calvario. Delante mismo del lugar por donde cruzamos están los restos del molino de Marfà. Son las 10,40 h y desayunamos.

Molino de Marfà

Esta riera recoge buena parte de las aguas del sector central del Moianès y va cambiando de nombre a medida que circula. Comienza como riera de Castellnou, en el término de Moià; a partir de la confluencia con el torrente de la Fàbrega, que viene de Castellcir, pasa a llamarse riera de Marfà; más abajo, de la Golarda; y cuando en Monistrol de Calders se une con la riera de Sant Joan, toma el nombre definitivo de riera de Calders, con el que vierte sus aguas al Llobregat, a la altura de Navarcles.

Un poco más adelante del molino de Marfà sale una pista que pasa junto al santuario de la Mare de Déu de la Tosca y enlaza con el GR-3. No la tomamos y remontamos la riera por la ribera derecha. A unos 650 m encontramos una presa, el salto de la Tosca y el molino de Brotons. El paraje tiene encanto, sobre todo hoy, que la poza está llena y cae un buen caudal por el salto. Además, nuestra fe ha sido premiada y justo acaba de salir el sol. Me entretengo haciendo fotografías.

El salto de la Tosca y el molino de Brotons

Retrocedemos por un sendero que discurre arrimado a la pared del risco y llegamos a la pista que no hemos tomado antes; subimos por ella hasta enlazar con el GR-3. Estamos en la parte superior de los riscos que ha cortado la riera y la vista sobre el valle de Marfà es espléndida.

Seguimos el GR-3 hacia la derecha, en dirección a Moià, y a poco más de 200 m tomamos una pista, a la derecha también, que baja hasta la riera, la cruza y asciende hasta encontrar otra pista transversal que viene de Moià y enlaza con la que hemos seguido por la mañana a la altura de la masía del Saiolic. La tomamos hacia la izquierda, como si fuésemos a Moià, y a unos 10 m, justo sobrepasar una casa abandonada, tomamos una bifurcación a la derecha. Esta pista asciende al collado que hay entre el Serrat de Riqueus y el Serrat del Vent, y desde allí desciende hacia Sant Jaume de la Coma. Cortando por los campos llegamos a la carretera C-59, que seguimos unos 700 m en dirección a Castellterçol hasta llegar a la Fàbrega, donde tenemos el coche. Son la 14 h. En total hemos invertido unas 6 horas para hacer un recorrido de 18 km, con pocos desniveles. Si descontamos las paradas y el par errores que hemos cometido por este laberinto de pistas, la cosa queda en unas 5 horas de camino real.

Por la noche, Fèlix me mandó un enlace para acabar de completar con un poco de historia nuestro recorrido por el valle de Marfà y el molino de Brotons.