Por la Cordillera Litoral. Burriac

2. Cabrera de Mar – Castillo de Burriac – Turó de l’Infern – Montcabrer – Cabrera de Mar. (Distancia: 10 km / Duración: 2,30 h)

El castillo de Burriac es uno de los lugares más visitados de la Cordillera Litoral. La silueta de su torre coronando un cerro de 401 m perfectamente cónico es, quizás, la imagen más emblemática de la comarca del Maresme. Se puede acceder a él cómodamente en poco tiempo desde Cabrils, Cabrera de Mar o Argentona. Opto por Cabrera de Mar.

La población de Cabrera de Mar está situada al pie de la montaña, en una especie de ancha hondonada encarada al mar que delimitan el Montcabrer, el Turó de Burriac y el Turó dels Oriols. Dejo el coche en el aparcamiento de la riera y comienzo a caminar. Paso por la iglesia parroquial –dedicada a Sant Feliu, patrono del pueblo– y subo por el Camí de Can Segarra. Me detengo en el yacimiento arqueológico de Can Modolell. Está cerrado y me dicen que solo lo abren una vez al mes. Me parece muy poco por la inversión que han hecho y decido visitarlo por mi cuenta. Subo un margen, salto la valla y me cuelo dentro. La excavación ha puesto al descubierto restos ibéricos, romanos y de la baja edad media.

Sigo por el camino de Can Segarra hasta que encuentro un cartel que me indica que estoy en un yacimiento arqueológico, esta vez sin excavar. Abandono la calle asfaltada y empiezo a subir la montaña por un sendero poco marcado. Toda la vertiente  está llena de pequeños rellanos defendidos por muretes de piedra que forman parte del extenso poblado ibérico de Burriac, que iba desde aquí hasta la parte baja del pueblo. Me animo y empiezo a vagar monte arriba buscando restos arqueológicos. Son incontables. Aquí, allá, mire donde mire veo hiladas de piedras que me imagino que son fragmentos de construcciones íberas.

Pierdo bastante rato en ese deambular sin rumbo. Finalmente, cuando, ya bastante arriba, tropiezo con un sendero bien marcado, lo sigo con la intención de no abandonarlo hasta que llegue a la cumbre, si es que va a ella. Y si no va éste, irá otro. De hecho, toda la vertiente sur del Turó de Burriac está lleno de caminos y senderos que, por un lugar u otro, conducen hasta arriba. Yo voy a parar a la pista que sube al castillo por detrás y que viene de Argentona. La sigo hasta llegar a él.

El castillo está lleno de familias con perros y críos y no me quedo mucho tiempo, lo justo para hacer varias fotografías y leer un par de carteles informativos. La edificación data del siglo XI y en un principio se conocía como castillo de Sant Vicenç, que era el santo al cual estaba dedicada la capilla. En el siglo XV se reformó y amplió, y estuvo ocupado hasta el siglo XVIII. El culto a la capilla continuó hasta el siglo XIX. Un fuerte contraluz dificulta la contemplación de la llanura litoral; en cambio, hacia el Norte, la visión de Argentona presidiendo su valle con el Montseny al fondo es magnífica.

Desciendo por un sendero con fuerte pendiente hacia la Font Picant. Posiblemente de ésta o de alguna otra fuente de la zona provenía la popular “agua de Burriach”, una marca de agua mineral de mi infancia que se envasaba en Argentona. Tratando de encontrar información sobre ella en Internet veo que por una botella de agua de Burriach con el tapón metálico –la chapa― un coleccionista ha pagado 28 euros en una subasta.

A la altura de la fuente tomo una pista ascendente que me conduce hasta el lomo de la elevación que termina en el Montcabrer. Abandono la pista, que desciende hacia Cabrils, y siguiendo un camino bien trazado prosigo por el lomo hasta el Turó de l’Infern (325 m) y el Montcabrer (307 m). Desde ambos la vista sobre el estrecho llano litoral del Maresme es espléndida. A mis pies se extienden las casas, los campos y las playas de los términos de Vilassar de Mar, Cabrera de Mar y Mataró; al fondo, el dilatado horizonte del Mediterráneo.

Vuelvo atrás y poco después del Turó de l’Infern veo un sendero con trazas de bicicleta de montaña que baja en dirección a Cabrera de Mar; no dudo en tomarlo. Y siguiendo las trazas por entremedio del pinar llego a la población y al coche.