Por la Serra de Tramuntana

La Trapa

Andadora incansable, estas vacaciones de Navidad Isabel ha despedido del año 2016 y ha dado la bienvenida al 2017 transitando por la Serra de Tramuntana. Y con ella, yo y algunos amigos; los amigos han sido distintos en cada caminata, yo, sin posibilidad de cambiarme por otro, he sido el mismo en las tres, fiel a sus deseos, con la mochila a la espalda y la cámara al hombro. Como correspondía.

La primera la hicimos el 27 de diciembre y subimos a La Trapa desde Sant Elm. Este verano, navegando con el Rafael Verdera (nota 29/07/2016) pasamos por delante de este valle suspendido a más de 200 m sobre el nivel del mar y nos vinieron ganas de volverlo a visitar por tierra. Habíamos ido justo cuando nos conocimos, y de esto hace ya más de veinte años. Y con los años, los paisajes se difuminan y tan solo queda un recuerdo remoto, tintado por la impresión que nos causaron. La impresión era buena, y con razón.

El valle de Sant Josep, ahora conocido simplemente como La Trapa a causa de su ocupación entre 1810 y 1824 por una comunidad de monjes trapenses, es una hondonada corta y estrecha, atrapada entre el roquedo calcáreo de la Serra de Tramuntana, que se encara a mar abierto a una altura considerable. Desde su extremo inferior, en donde hay un amplio mirador, tienes una vista espléndida de Sa Dragonera. Es como si estuvieses en un balcón; Podrías pasarte horas y horas contemplando el mar, el vuelo de las gaviotas, el paso de las embarcaciones, el movimiento de las nubes y todo lo que se puede ver y pensar cuando la naturaleza poderosa te envuelve y te absorbe. No es extraño que aquí viniesen a parar un puñado de monjes que los aires revolucionarios de Francia echaron del país.

Desde Sant Elm, la subida a La Trapa es muy fácil y no tiene pérdida. El GR-221 te lleva directamente; primero, por una pista, después, por un sendero que atraviesa un pinar y sube por la vertiente oeste de la montaña, encarada al mar, y que, tras trepar un poco, te introduce en el valle. Pero si sigues por la pista, tienes la opción de una ascensión mucho más tranquila, aunque más larga y monótona, y que te sitúa en el Coll de les Ànimes, bastante más arriba que lo hace el GR. Desde allí, tienes una buena perspectiva de todo el valle, con sus terrazas escalonadas, que mediante un sistema de minas y canalizaciones, también sirven para recoger el agua de la lluvia y conducirla a una balsa. Si vas por el GR-221 en una hora estás en La Trapa; si vas por el Coll de les Ànimes, en una hora y media. Para tener una visión más completa del territorio, recomiendo ir por un camino y volver por el otro. También se puede ir desde el Coll de la Gramola siguiendo el mismo GR-221 en sentido contrario que desde Sant Elm. Pero es una caminata bastante más larga, de dos horas y media como mínimo. Eso sí, sobre el mapa parece muy atractiva, con un recorrido aéreo, con puntos panorámicos sobre el mar y el litoral abrupto. Me la anoto como pendiente.

Desde 1980 la finca de La Trapa es propiedad del GOB ―Grup Ornitològic Balear; rebautizado  Grup Balear d’Ornitologia i Defensa de la Natura―, que la adquirió por subscripción popular para salvarla de la especulación urbanística. Desde entonces, poco a poco, la finca se ha ido recuperando mediante la acción de voluntarios y aportaciones desinteresadas. De momento, se han empezado a restaurar las casas y se ha saneado el antiguo molino de aceite; los márgenes de los bancales también se han rehecho y casi se han borrado los rastros del incendio del verano de 2013 con diversas iniciativas agrícolas y de repoblación forestal. La Trapa es un símbolo de la lucha ecologista en Mallorca y durante el verano y los fines de semana siempre hay alguien trabajando en ella. Su popularidad la ha convertido en un destino frecuente de excursionistas y turistas curiosos, que, cuando llegan, ven recompensado sobradamente su esfuerzo.

Al regresar, paseamos por las calles solitarias de Sant Elm. Todo estaba cerrado: tiendas, hoteles, apartamentos y chalets; algunos turista abrigados tomaban café en la terraza del único bar abierto aprovechando los últimos rayos de sol invernal. Nada que ver con el bullicio de verano. Y pensé que era el mejor momento para venir a pasar unos días en este bello paraje de la costa de Tramuntana, a tocar de Andratx.