Por la Serra de Tramuntana

Como este fin de semana en Mallorca ha sido plácido y tranquilo, con pocos acontecimientos remarcables salvo la extraordinaria cassoulet au confit de canard que nos preparó Joan Vidal y que tardé en digerir tanto como la serpiente de El Principito tarda en digerir al elefante, aprovecho para cerrar el ciclo de Navidad de las caminatas por la Serra de Tramuntana con la subida al Fumat.

El Fumat és un picacho rocoso de la península de Formentor que se eleva de golpe 335 metros sobre el nivel del mar, que bate a sus pies. Llegar a la cumbre es relativamente fácil y lo puedes hacer en menos de una hora. Y cuando estás arriba tienes una visión dilatada del mar, la bahía de Pollença y esta prolongación alargada de la Serra de Tramuntana, que remana el faro de Formentor.

Pero antes de iniciar la caminata subimos a la Talaia d’Albercutx, desde donde pudimos disfrutar de una perspectiva bastante completa de la península con nuestro objetivo destacándose en la lejanía. A la Talaia d’Albercutx se puede acceder en coche desde el Coll de la Creueta y un breve tramo a pie. Con 381 m de altura y vistas a ambos lados de la estrecha franja de tierra, esta cumbre ha sido un excelente punto de vigilancia de los ataques piratas, primero, y del movimiento de barcos durante las dos guerras mundiales y la guerra civil española, después, como lo acreditan los restos de instalaciones militares y la misma torre, que data de finales del siglo XVI. La carretera que conduce hasta ella la construyeron presos republicanos, confinados en un campo de concentración cercano a la atalaya.

Para subir al Fumat se suele dejar el coche en el aparcamiento que hay a la izquierda de la carretera, algo más arriba de las Cases de Cala Murtra, de donde parte el camino que baja a Cala Figuera. En verano, el aparcamiento suele estar lleno de coches; pero yo no recomendaría a nadie hacer la ascensión durante las horas que los bañistas lo ocupan. Si alguien quiere subir al Fumat en verano, tiene que hacerlo temprano por la mañana o al atardecer, cuando el sol declina, so pena de sufrir una insolación.

La caminata se inicia recorriendo un tramo de carretera de un kilómetro aproximadamente hasta encontrar, a la derecha, un sendero que sube en diagonal, en dirección opuesta a la que hemos seguido hasta llegar a él. El sendero arranca a unos 400 metros de la salida del túnel que hemos tenido que atravesar, entre dos señales de tráfico informativas ―lo indico porque nosotros lo pasamos de largo y tuvimos que volver atrás. Y a partir de aquí solo tenemos que seguirlo hasta el Coll de la Creu, en donde encontramos el Camí Vell del Far. Entonces, guiados por unos hitos, emprendemos la subida directa hacia la cumbre, coronada con un cubo de cemento y un cilindro que nos indican que estamos en un vértice geodésico.

Por suerte, el día es claro y soleado, y alcanzamos a ver varios kilómetros a nuestro alrededor de mar y tierra insular. Con la satisfacción que produce poner nombre a lo que ves, vamos identificando lugares: Cala Figuera, el Cap de Catalunya, el picacho vecino de Roca Blanca, Cala en Gossalba, Cala Murtra, las Cases de Cala Murtra, el Pla de les Arenes y, más allá, el de Pujol, el farallón rocoso del Pal, la bahía de Pollença, a contraluz, la península de Alcúdia…, y así seguiríamos hasta enumerar la toponimia de media Mallorca, que es lo que se ve desde el Fumat.

Para volver vamos a buscal el Coll de la Bretxa y, siguiendo el Camí Vell del Far y un rosario de atajos, bajamos hasta Cala Murtra y nos instalamos frente a Es Castellet para comer. La subida hasta el aparcamiento la hacemos por la pista que comunica la cala con la carretera.

Hay una forma más rápida de subir al Fumat ascendiendo por las escaleras que empleaban los obreros para pasar de una boca a otra del túnel de la carretera mientras lo horadaban. Arrancan a la izquierda de la boca inferior, contornean el farallón y, cuando acaban, una senda muy empinada te lleva al Coll de la Creu. Te ahorras unos veinte minutos de camino, pero no vale la pena por el riesgo que corres. Hay tramos con los peldaños bastante deteriorados y se ha perdido el pasamanos de hierro que te protege de la caída al vacío. Pep me animó a acompañarlo y, la verdad, me arrepentí. Total para luego tener que volver a bajar a la carretera para reunirnos con el resto del grupo, que no encontraban el punto desde donde partía el sendero.

Antes de llegar al Port de Pollença nos detenemos un momento en el Mirador des Colomer para echar un último vistazo al maravilloso paisaje de Formentor. Un monolito monumental nos recuerda que el mirador y la enrevesada carretera que lleva al faro fueron un proyecto del ingeniero de caminos de padre italiano y madre mallorquina Antonio Parietti Coll, que también proyectó la carretera que desciende a Sa Calobra, y las que suben al Puig Major y al Santuari de Cura. Un verdadero experto en trazar lazadas imposibles que acaban mareando hasta a las ruedas.