Vicenç Viaplana, pintor

El jueves pasado fui a los Espais Volart, de la Fundació Vila Casas, donde se puede ver una exposición antológica del pintor Vicenç Viaplana (Granollers, 1955), titulada Los lugares de la pintura, y que me impresionó por la honestidad de su trabajo y la exquisita técnica que ha logrado adquirir para expresarse en un lenguaje personal, que se mueve dentro de un realismo abstracto.

La exposición hace un repaso de diferentes etapas del artista, desde sus inicios en los años setenta, encuadrado dentro del conceptualismo, hasta la última serie de pinturas que, con el título Sota de Sui, recoge la producción de los últimos años. A lo largo de este recorrido, Viaplana va explorando técnica y temática para llegar a adquirir un lenguaje capaz de expresar su experiencia vital, es decir, la percepción consciente e inconsciente de la realidad física y social que lo rodea.

Cuando Viaplana abandona la carrera de psicología para dedicarse a la pintura, lo hace en un momento en que este lenguaje expresivo está fuertemente cuestionado e incluso hay quien lo da por acabado. No se puede decir nada más de lo que se ha dicho pintando, hay que buscar otros lenguajes para seguir explorando y hacer de la creación artística un camino de búsqueda y cambio. Pero a Viaplana le gusta la pintura, y, a pesar de que comprende que, en efecto, no sirve de nada repetir una y otra vez el mismo discurso creativo, variando simplemente la forma de la frase, que la tarea del artista tiene que ser otra, si no, se convierte en un artesano, a pesar de que acepta el planteamiento crítico que cuestiona la pintura, no cree que como técnica expresiva esté agotada. Y entonces, con el reto de demostrar que se puede seguir pintando, emprende un camino que lo encierra en su estudio ensayando técnicas que le sirvan para reflejar el mensaje que quiere transmitir a la sociedad. Y paralelamente a este trabajo de exploración técnica y perfeccionamiento, se explora a sí mismo para llegar a ofrecer una voz sincera y comprometida con él mismo y con el momento en que vive. Yo diría que esta ha sido la gran tarea de Viaplana y de la que ha salido exitoso.

En este recorrido, Viaplana pasa por diferentes momentos y emprende caminos que se agotan, pero, a la vez, abre de nuevos. Su obra es una renovación permanente, marcada por una perfección técnica cada vez más lograda. Y esto es lo que se percibe ante uno de sus cuadros a pesar de que la abstracción te confunda y cree perplejidad. Aunque no termines de entender la intención —resulta muy difícil compreneder una abstracción—, la obra te llega, te emociona por la armonía de trazos y colores, por la acertada disposición de las manchas, por el juego de luces y sombras, por lo que el título sugiere. (El arte abstracto es un mundo de sugerencias.) La obra de Viaplana viene a ser una especie de transmisión de sensaciones, y es el espectador quien encuentra la respuesta que el artista plantea, una respuesta que no es única. El propio Viaplana lo dice: «A veces las obras surgen de la casualidad, o del azar, de una mancha, de cualquier fragmente de imagen extraído de una publicación. Tampoco corresponde al artista buscarle demasiadas explicaciones o significados, pienso. Tan solo es necesario dejarnos llevar por lo que sabemos hacer y hacerlo tan bien como podamos. Al fin y al cabo, el análisis y las posibilidades significativas de una imagen son casi infinitas.»

Estoy de acuerdo con él. Salvando las distancias cualitativas y el terreno expresivo, yo actúo igual con la escritura. Creo que el artista es un ser intuitivo por naturaleza, y es cuando se deja llevar por este subconsciente adquirido cuando logra el mejor registro; esto sí, siempre que el dominio del lenguaje le permita una expresión óptima.

La exposición Los lugares de la pintura puede verse hasta principios de mayo.