Walking Cádiz

Los días anteriores a Navidad Isabel y yo estuvimos en Cádiz. Ella no había estado nunca y yo hacía cuarenta años que no iba. Y en estos cuarenta años España se había hecho europea y las pequeñas ciudades de provincias habían salido del abandono en el que las había sumido la etapa sórdida de la dictadura. Valía la pena, pues, hacerle una nueva visita.

Y efectivamente, la ciudad actual no tiene nada que ver con la que recordaba. La encontré más limpia y luminosa, con los edificios y monumentos principales rehabilitados y algunos de nuevos magníficos, como el del Parador Hotel Atlántico o el moderno puente de la Constitución de 1812. Sin embargo, sigo pensando que el principal atractivo de Cádiz es su situación geográfica, en el extremo de una pequeña península rodeada de mar por todas partes salvo el estrecho istmo que la una al continente, por donde se estira la ciudad nueva. Proyectada mar adentro, la península de Cádiz constituye una especia de espigón que cierra por el sudoeste una amplia bahía y define un puerto natural espléndido. Este hecho ha sido decisivo en su historia, ya que desde su fundación en el año 1104 aC por los fenicios, Cádiz ha vivido ligada a los acontecimientos que le venían por el mar, ya fueran buenos o malos.

La etapa más brillante de Cádiz debemos situarla en sus orígenes, en aquella Gadir que fenicios, cartagineses y romanos convirtieron en un emporio comercial y le dieron un esplendor que durante la dominación musulmana perdió. En este período los normandos la saquearon dos veces y, luego, la abandonaron. El descubrimiento de América saca a Cádiz de la decadencia y le restituye la importancia marítima y comercial, a la vez que la sitúa en el punto de mira de piratas y corsarios. Es entonces cuando la ciudad ve la necesidad de levantar defensas, y se inicia la construcción de un sistema de fortificaciones y baluartes, unidos por tramos de muralla, que dura cuatro siglos ―del XVI al XIX― y que termina haciéndola prácticamente inexpugnable.

El momento de mayor esplendor de la ciudad en la historia moderna comienza el año 1717 con el traslado de la Casa y Audiencia de Indias de Sevilla a Cádiz. De esta forma se convierte en sede del organismo que monopolizaba el comercio entre las colonias americanas y la metrópoli, y se beneficia de ello. Durante esta etapa, verdadero siglo de oro de la ciudad, se desarrolla una importante burguesía comercial y se construyen los edificios y monumentos más importantes. Es ahora cuando en los terrados de las casas de los ricos comerciantes se levantan las torres-mirador a fin de controlar la llegada de los barcos que vienen de América y ser los primeros en llegar al puerto y adquirir las mejores mercancías. La torre de Tavira es un buen ejemplo de estas construcciones adicionales; desde su mirador se pueden contemplar espléndidas vistas de la ciudad con sus torres.

Durante la guerra de la Independencia, Cádiz resistió el sitio de las tropas de Napoleón y se convirtió en el último refugio de la Junta Central Suprema, el órgano que dictaba las actuaciones políticas y militares de la resistencia española. En el año 1810, la Junta pasa a ser Consejo de Regencia y organiza las Cortes Constituyentes de las que saldrá la Constitución de 1812 o de Cádiz. El oratorio barroco de San Felipe Neri fue donde los diputados se reunieron entre 1811 y 1813 para redactar y aprobar aquella primera constitución española de carácter liberal, conocida popularmente como La Pepa, porque fue promulgada el día de San José.

Nuestra visita a Cádiz fue de cuatro días y nos alojamos en un pequeño hotel en la plaza de la Catedral, adonde llegaban el rumor de las olas rompiendo contra las defensas y la humedad salobre de sus salpicaduras. Fueron cuatro días de perdernos por las calles estrechas y las plazas recoletas de la ciudad vieja o pasear por los jardines, paseos y avenidas que unen los baluartes. Y todavía tuvimos tiempo de llegarnos al Puerto de Santa María y comer marisco en uno de sus populares cocederos y saborear los excelentes vinos de sus bodegas. Lástima que la mala mar no nos permitiera cruzar la bahía en el transbordador y tuviésemos que ir al Puerto en autobús. Isabel quedó muy frustrada.

(La imagen de satélite se ha obtenido a través del programa Google Earth)