ATLÀNTIC

Costa occidental de África, 1842. El capitán Ferrer procede a la compra de esclavos para trasladarlos al mercado de La Habana a bordo del Tritón, una fragata de la compañía naviera mataronense de la que es propietario junto con sus hermanos. Uno de los esclavos que va a parar a la bodega del barco es Djembo, un muchacho de la etnia fang, inteligente y resignado, por quien el grumete Marc Badia siente nacer cierta simpatía y admiración. Pero cuando pone rumbo a Cuba, el Tritón es interceptado por la fragata de guerra británica Charleston, que lo captura y conduce a Freetown, donde, salvo el capitán Ferrer y Marc, el resto de la tripulación es entregada a las autoridades coloniales de Sierra Leone para que los juzguen por tráfico de esclavos. Y es a bordo del Charleston cuando entra en escena el joven alférez Simon Flaherty, un marino de origen irlandés que sacrificará una carrera prometedora en la Royal Navy por amor y sentido de la responsabilidad. A partir de este momento los destinos de estos tres personajes se unen y, a pesar de las separaciones y las vicisitudes que cada uno de ellos tiene que hacer frente, un sentimiento profundo de amistad permanecerá vivo a lo largo de los años.

Una novela inolvidable de amistad, amor y libertad, de periplos humanos llenos de dificultades, en los que el valor y la tenacidad de los protagonistas obtienen recompensa.

Sin voluntad ni ser consciente de ello durante el proceso creativo, esta novela viene a ser un homenaje a todos aquellos escritores que en mi adolescencia y primera juventud alimentaron mi imaginación. Las voces de Dickens, Melville, Conrad, Stevenson, London, Hugo, Dumas, Poe, Twain, Baroja y otros corren por sus páginas como un aliento inspirador de situaciones y personajes. Con Atlàntic parece que quiera cerrar una etapa personal y literaria, dejando testimonio de cómo puede llegar a ser alentadora la lectura. Ellos, con sus apasionantes novelas de aventures, me empujaron muy pronto a escribir y han sido un referente en el aprendizaje del arte de narrar. En la madurez, se han añadido nuevas lecturas y experiencias que han terminado de modelarme como escritor y que han fijado la creación literaria como una necesidad vital, aquello que finalmente ha dado un sentido a mi vida. Casi me atrevería a decir que gracias a todos ellos soy el que soy.