Una presentación literaria

El viernes participé en la presentación de la novela Aquell estiu del 99, de mi amigo Francesc Ponsa (aunque en la novela firma como Francesc Miquel). Se trata de una novela de iniciación; en este caso doblemente, ya que, además de la iniciación a la vida del protagonista —un joven de 18 años que el verano de 1999 recibe su primer desengaño amoroso—, el autor se inicia literariamente con la publicación de la obra.

La amistad entre Francesc y yo empezó a causa de la literatura, y el viernes, con el acto público que ponía en circulación Aquell estiu del 99 se culminaba una etapa de nuestra relación que había empezado siete u ocho años atrás, cuando me dijo que quería escribir una novela y yo, con ciertas reservas, primero, y con gusto y convencimiento, después, me puse a tutelarlo en esta empresa. Aquell estiu del 99 ha sido una especie de taller de escritura particular a través del que he visto cómo Francesc iba adquiriendo seguridad y acierto en el arte de narrar hasta el punto de producir una obra convincente y honesta, de lectura fácil, que desborda simpatía y emoción, y que quiere ser —y lo consigue— la crónica de un verano vivido en el Maresme por un grupo de jóvenes. Fiestas mayores, conciertos, baños, paseos en bicicleta, amores y desamores, escenarios y paisajes; todo se combina con frescor e inteligencia y da como resultado una obra de intenso perfume maresmense.

Digo que la literatura fue la causa de nuestra amistad porque la lectura de algunas de mis novelas juveniles fue lo que empujó a un joven Francesc Ponsa —18 o 19 años por entonces— a ponerse en contacto conmigo y pedirme una cita. Quería conocerme. Yo, naturalmente, ante una manifestación de admiración tan agasajadora, no me supe negar. Nos encontramos en el Zurich. No sé cómo iba él a aquella cita a ciegas, pero yo iba con ciertas reservas. ¿A quién me encontraría? Y a quien encontré fue a un joven entusiasta, educado e inteligente, lleno de energía y anhelos, que me conquistó. Desde entonces, a pesar de la diferencia de edad, hemos mantenido una relación que se ha ido consolidando con el paso del tiempo.

Ahora Francesc es un maduro padre de familia que hace frente a la vida con el mismo entusiasmo e ilusión que cuando lo conocí y que, a pesar de obligaciones y compromisos, quiere dar continuidad a su actividad literaria. Y me gustaría que lo hiciese. La literatura, como cualquier manifestación artística, puede tener efectos depuradores y proporciona satisfacciones infinitas durante el acto creativo; es como un proceso alquímico: su valor no reside tanto en la obtención del éxito como en la misma naturaleza de la práctica.