David Černý, el escultor de Praga

Praga es una maravilla. Pero cuando llevas seis o siete días haciendo de turista, acumulando imágenes de edificios, monumentos, plazas y museos, llega un momento que el cerebro se satura y ya no encuentra gusto en añadir más información. Esto es lo que me pasó los últimos días del viaje. Y como Isabel aún tenía sesiones del congreso y yo, muchas horas libres, me busqué un objetivo para seguir moviéndome por la ciudad con interés. Y este objetivo fue la obra de David Černý (Praga, 1967).

David Černý es un polémico escultor checo que tiene obra diseminada por toda la ciudad. “La provocación es la razón por la que el arte existe. Para que sea arte y no diseño, la obra tiene que tener un mensaje”. Ésta es la idea a partir de la que Černý trabaja. En Praga se hizo popular cuando el 28 de abril de 1991, el tanque IS-2, número 23, que desde 1945 estaba plantado sobre un pedestal de granito en la plaza Smíchov para conmemorar la liberación de la ciudad por el Ejército Rojo, apareció pintado de rosa. La acción, realizada poco tiempo después de la denominada Revolución de Terciopelo, venía a celebrar el fin del régimen comunista. La broma, que despertó la ira del gobierno soviético de Moscú, le valió un tiempo de cárcel al considerarse un acto vandálico. No obstante, fue el detonante de un intenso debate político sobre el futuro de Checoeslovaquia y sus libertades.

La primera obra de Černý que vi fue gracias a Isabel, que se entera de todo. Ella me llevó a un lugar en la orilla del río Moldava —el patio delantero del Museo Frank Kafka— donde dos figuras masculinas de buen tamaño meaban en un pequeño estanque y me contó que la obra había causado una gran controversia cuando se inauguró. Era al anochecer y los meones estaban rodeados de turistas haciéndose fotografías a su lado, y no le presté demasiada atención. Pero al cabo de dos días, tras haber apreciado la excelencia artística de Černý al contemplar los Miminka (Bebés) de bronce que tiene en un lateral del Museo Kampa —bebés con un código de barras donde tendrían que estar los rasgos faciales—, volví y me pasé un buen rato mirando las dos figuras enfrentadas que orinan en un pequeño estanque que tiene el perfil de la República Checa; dos motores les mueven el pene y las caderas de manera que con el chorro escriben frases sobre el agua. ¿El mensaje de la obra? Vete a saber; pueden ser varios. Por ejemplo: “Me meo en el país.” Si fuese éste, yo también lo suscribiría, pero refiriéndome a mi país (el del DNI), sobre todo después de la últimas elecciones generales.

La curiosidad por descubrir la obra de Černý en las calles de Praga me llevó a las Galerías Lucerna (Vodickova, 36), donde, de la cúpula de cristal, cuelga la escultura Kůň (Caballo), una atrevida variación sobre la estatua ecuestre de San Venceslao, que se encuentra en la plaza homónima, cerca de allí. Luego me trasladé a la plaza Národní para ver K, una gran escultura de 11 metros y 39 toneladas de peso, segmentada en 42 piezas de metal, giratorias, que componen y descomponen continuamente la cabeza de Franz Kafka. De allí fui a la calle Husova, cerca de la plaza de Belén, donde Sigmund Freud cuelga al vacío con una mano en el bolsillo y la otra agarrándose a una viga. La obra, titulada Viselec (Colgado), data de 1997 y representa la asunción de la inseguridad por parte del intelectual de los siglos XIX y XX ante la destrucción de las certezas absolutas.

En el jardín de la embajada de Alemania (Vlašská, 19) vi Quo Vadis, una reproducción en bronce del Trabant —un popular modelo de coche fabricado en la Alemania del Este— con piernas en lugar de ruedas. De 1991, esta obra fue una de las primeras en dar a conocer a David Černý y se inspira en el éxodo masivo de alemanes del este que se produjo en 1989 a través de la embajada de la República Federal Alemana en Praga. Este éxodo también tuvo lugar en otras capitales de países del este de Europa que ya se habían distanciado del régimen comunista, y, en buena medida, precipitó la caída del muro de Berlín la noche del 9 de noviembre de aquel mismo año.

Finalmente, volví a pasar por delante del teatro Na Zábradlí para poner nombre a la anomalía que había observado paseando tres días antes y que, desconocedor la de existencia de Černý, atribuí a un bromista original. Se trata de la obra Embryo (Embrión), del 2008: una protuberancia rosada en un bajante de la fachada, que de noche se ilumina, realizada para conmemorar el 50º aniversario del teatro. Sugerente. El arte de Talia como embrión. ¿De qué? Aquí cada cual puede dar su respuesta. Yo propongo la liberación. De hecho, cualquier obra de arte, y la comedia puede serlo, es un catalizador emocional que nos libera por unos momentos de la esclavitud de nuestro yo y nos transporta hacia lo esencial.

A parte de éstas que he mencionado, Praga cuenta con algunas obras más de David Černý, pero no las llegué a ver. Quizás cuando vuelva complete el recorrido, que me hizo disfrutar de la ciudad de otra forma.