85 años de Escola Massana

El jueves pasado fui a la inauguración de la exposición L’ètica de les petites coses, Escola Massana 85 anys, con la que se ha querido celebrar este aniversario. Me invitó mi amigo Josep Mª Vidal, alias Xema Vidal, que ha sido quien ha dado forma a la exposición y quien durante unos años dirigió la escuela.

La Escola Massana es todo un referente en Barcelona para los que nos hemos interesado en algún momento por las artes plásticas, ya que era el lugar en donde se podían aprender las técnicas y los oficios que están relacionados con ellas. Mi gusto, de muchacho, por el dibujo y la pintura hizo que en algún momento me planteara ir. Pero mi padre quería unos estudios más “serios” para el hijo y me dirigió hacia la universidada. Y allí estuve divagando de una especialidad a otra hasta terminar haciendo Geografía. No, no fui a la Massana, y siempre lo he sentido como un anhelo incumplido. Y este sentimiento de pérdida lo sentí de nuevo viendo la exposición.

La exposición consiste en 85 piezas cedidas por 85 exalumnos con el requisito de que fuesen piezas representativas de su paso por la escuela, no solo profesionalemente, sino como vivencia personal. Y es aquí donde sentí que me había perdido una experiencia vital importante al no ir. Cada pieza está expuesta con un texto, y estos textos muestran en todos los casos la influencia de la escuela en la vida de sus alumnos. Leyéndolos se alcanza a pensar que el paso por la Massana es una especie de iniciación, tras la cual el iniciado retorna al mundo transformado y con valores que lo convierten en un individuo distinto y mejor que el de antes. Las palabras de agradecimiento están en todas partes, a los profesores, a los compañeros, a las aulas, a las paredes, a las fiestas, a la atmosfera… Las confesiones más íntimas y emocionadas se repiten… Hay quien ha hecho carrera profesional de la creación, hay quien no, hay nombres reputados dentro de cada rama de estudios, hay quien se ha dedicado a la enseñanza de la filosofía, ha hecho de panadero o de cualquier otra cosa con poco o nada que ver con lo que aprendió en la escuela; pero en todos los casos el reconocimiento es el mismo: la huella de la Massana es algo imborrable.

En la inauguración había bastante gente, la mayoría gente de una cierta edad, con atuendos informales, con barbas y pelos largos, ahora ya canosos, gente que podríamos calificar de original y que me remitieron al pasado, a aquellos amigos con los que compartí una temprana afición por el cine, algunos de ellos alumnos de la escuela. Os estoy hablando de 1965 o 1966. Era como si los reencontrase un montón de años después. Y pensé que el tránsito por la Massana, no solamente comunicaba conocimientos, sino que configuraba personalidades, consolidaba estéticas, elaboraba opiniones, proporcionaba códigos de interpretación; en definitiva, aportaba a la sociedad barcelonesa un individuo característico y distinguible: el “massanero”.

Durante el tiempo que Xema y yo vivimos un segundo momento de convergencia vital ―el primero fue en nuestra infancia―, respiré intensamente el aire de la escuela y pude observar de cerca relaciones y actividades, asistí a celebraciones, fiestas y debates; de alguna manera participé de su carácter abierto. Y aunque fuese muy tangencialmente, aquel contacto me estimulaba y repercutía de forma positiva en mi vida. Fueron momentos que recuerdo con agrado. Por esto, quizás, viví el relato de la exposición como la confirmación de una sensación de pérdida que ya había intuido y que aquellos textos probaban.

La Escola Massana ha proporcionado a Barcelona y a la sociedad profesionales en las distintas ramas de las artes aplicadas y el diseño, ciertamente, pero también ha dotado de valores y actitudes propios a varias generaciones de jóvenes y no tan jóvenes que han pasado por sus aulas y los ha abierto a nuevos horizontes. Creo que este es su legado más importante. Y confío que perdure.

 

(Fotografias bajadas de Internet)