Guerrero Medina, artista comprometido

Si el arte es emoción, implicación y búsqueda, José María Guerrero Medina es un buen artista. Porque todo esto está presente en la obra de este pintor i escultor de origen andaluz (Jaén, 1942) que desde el 23 de enero hasta el 24 de mayo podemos admirar en el Espai Volart, de la Fundació Vila Casas. La exposición se titula Mi compromiso y a través de sesenta y tantas obras, agrupadas en cuatro series temáticas —Arte-denuncia, Exilios, Fragmentos de la memoria y Pintando a Velázquez—, se muestra parte de su trayectoria.

Para mí, entrar en contacto con la obra de Guerrero Medina ha sido un estímulo alentador en la lucha sorda del artista por mostrar la incidencia de la historia —personal y colectiva— mediante un lenguaje propio. Y es que no había visto nada suyo antes —cosa que ahora lamento— y me sorprendió el rigor y la intensidad de su planteamiento creativo.

Partiendo de un neofigurativismo expresionista, Guerrero Medina evoluciona hacia una pintura más carnal y corpórea que recuerda en algunos momentos las figuras retorcidas de Francis Bacon. Es la etapa que va de finales de los años sesenta hasta mediados de los setenta y que representan obras como Miedo (1968) o la sobrecogedora serie de tres pinturas titulada Garrote (1974), realizada bajo la conmoción del artista ante la ejecución de Salvador Puig Antich.

En la segunda mitad de los setenta, Guerrero Medina experimenta con una especie de cubismo analítico con toques surrealistas. Las figuras y los elementos del cuadro se descomponen en planos y volúmenes que a veces flotan en el aire sobre fondos bien definidos; los tonos son terrosos y apagados y transmiten resignación y angustia. Campesino (1975) y Paredón (1978) son buenos ejemplos de este momento. Durante estos años también aborda una serie de retratos con un tratamiento muy diferente: el fondo se uniformiza en ocres luminosos y llenos de matices donde la figura, oscura y humilde, se refugia. Son muestra de ellos Retrato de mi padre (1978) o la serie Retrato de soledades (1978).

Extrañamente, de esta época es también la obra titulada Camino del exilio (1975) y que viene a ser el avance o el preludio de un tema recurrente —la retirada republicana de 1939— que alimentará la pintura de Guerrero Medina durante los primeros quince años de este siglo, enfocado desde ángulos distintos. La angustia resignada de los exiliados se muestra en series de retratos de gran formato y en escenas de la huida hacia Francia y del campo de refugiados de la playa de Argelers. Aquí la figura humana adquiere todo el protagonismo; son figuras de rostro desdibujado que, solitarias o en masa, evocan el trastorno y el dolor de la derrota.  

La exploración de Guerrero Medina prosigue y, bajo el auspicio de la memoria y el subconsciente, da forma a una serie de obras en donde la figura, en acción o en reposo, se recorta sobre fondos de colores planos, intensos. Todo este trabajo se reúne bajo el título de Fragmentos de la memoria y se desarrolla sobre todo a partir del 2015.

Pero lo que más me admiró de lo que hay expuesto es la obra que se presenta agrupada bajo el título Pintando a Velázquez. A partir de unas ochenta acuarelas en pequeño formato sobre personajes presentes en la obra de Velázquez, se articulan toda una serie de retratos en gran formato que son impresionantes. Brochazos, empastados de espátula, raspados, difuminados…, toda una gama de técnicas pictóricas se conjugan con maestría para obtener una obra fiel a Velázquez y, a la vez, tremendamente personal y vigorosa. Es un estallido de pintura ejecutado por un artista contemporáneo que homenajea a un gran maestro clásico desde la libertad y el respeto.

Salí de la exposición en estado de shock por el nivel de compromiso del artista con su arte y que actuó en mí como un revulsivo. Y mientras regresaba a casa después de cenar con unos amigos, toda una serie de preguntas sobre mi propio compromiso se fueron formulando y me sumieron en una incomodidad que no me dejó dormir hasta bien entrada la madrugada. Y es que a menudo el buen arte también es perturbador.

Para saber más de José María Guerrero Medina: Fundació Vila Casas, Guerreromedina, Guerrero Medina