La vida de las mujeres, de Alice Munro

He de confesar que desconocía la existencia de Alice Munro hasta que le concedieron el Nobel de Literatura el año pasado. La verdad es que soy un total ignorante  de la literatura canadiense, ya sea escrita en lengua inglesa o francesa. A parte de ella, no creo que haya leído nada de ningún otro autor de este país. De hecho, haciendo memoria, creo que mi conocimiento del mundo cultural canadiense se reduce al National Film Board of Canada, al animador Norman McLaren, que en realidad era un británico nacionalizado canadiense, al director y guionista David Cronenberg y al músico Leonard Cohen. Estoy seguro que rebuscando encontraría algún actor, artista o cantante que tengo adscrito al ámbito cultural norteamericano que resultaría ser canadiense y que la vitalidad de esta gran cultura ha asimilado y ha hecho llegar a Europa como producto genuino de los Estados Unidos. Pero tampoco es preciso hilar tan fino. El hecho es que tengo una laguna enorme en lo que se refiere a la producción cultural canadiense, como la tengo de otros muchos países y materias. Y me sabe mal. Porque de muchacho abrigué el sueño del conocimiento absoluto. Aunque no fui tan ingenuo como para hacerlo durar mucho. Se desvaneció el día que entré por primera vez en la Biblioteca Central –ahora de Catalunya– y los límites del conocimiento dejaron de ser los de la enciclopedia Sopena de mi padre y se ampliaron de forma súbita y apabullante con aquellas salas enormes, repletas de libros. Esa fue una más de las renuncias que se hacen a lo largo del proceso llamado de madurez y que siempre dejan una cierta sensación de pérdida. La pérdida que va de las capacidades y poderes ilimitados de la infancia a los reducidos contornos de la vejez.

Alice Munro escribe en inglés. La vida de las mujeres es la segunda obra que le leo –la primera fue Estimada vida (Dear Life, 2012)– y me la prestaron con la observación de que era la única novela escrita por una autora que ha obtenido el reconocimiento a través de sus relatos cortos. De hecho, en la contraportada de la traducción castellana así lo hacen constar. Y con esta idea la he leído.

Pero al terminarla tengo mis dudas de que La vida de las mujeres (Lives of Girls and Women, 1971) sea realmente una novela; es decir, que la autora la haya escrito pensándola como tal. Creo, y después he visto que no soy el único en creerlo, que La vida de las mujeres es un libro de cuentos, como el resto de la obra de Alice Munro hasta el día de hoy, con la particularidad de que en esta ocasión los personajes principales y el espacio literario son los mismos en todos ellos. ¿Por qué lo creo? Pues por la estructura de los siete capítulos o relatos, cada uno planteado como un todo, con un núcleo argumental que tiene su desenlace; el tratamiento desigual desde el punto de vista estilístico de los capítulos y, sobre todo, por el epílogo, que plantea una regresión temporal, incomprensible en una novela, y que, considerada como tal, sería una especie de añadido que le restaría fuerza al conjunto global. Pienso que si fuese una novela, la autora habría intentado integrar en epílogo –titulado El Fotógrafo– en el momento temporal que le corresponde. No le habría costado demasiado, pero la habría obligado a alterar la unidad dramática y expositiva del último capítulo. Y no lo hace. ¿Por qué? Pues sencillamente porque el problema no le preocupa ya que no se trata de una novela. Lo que sí hace es diferenciar este relato del los demás –presentados hasta ahora cronológicamente– atribuyéndole la categoría de epílogo.

 Pero sea novela o recopilación de cuentos lo que quiero manifestar es que La vida de las mujeres es una excelente obra literaria que nos ilustra sobre el fascinante ejercicio de vivir, siempre tan idéntico y distinto a la vez, y que los escritores, los buenos escritores, presentan en toda su infinita riqueza de posibilidades.

El tema que unifica el conjunto de relatos es el despertar a la vida de una niña curiosa, observadora e inteligente –Del Jordan–, en los marcos de una granja, primero, y de una pequeña ciudad del sudeste de Canadá, después. Al leer una breve nota biográfica de la autora vi confirmadas mis sospechas sobre las raíces autobiográficas de las historias. Solo así se podía explicar la precisión en el retrato emocional de algunos de los personajes, sobre todo el de la protagonista, y la sensación de autenticidad de espacios y situaciones, descritos con cariñosa añoranza.

Lives of Girls and Women, publicada en castellano como La vida de las mujeres por Random House Mondadori, es la segunda obra de Alice Munro y apareció tres años después de Dance of the Happy Shades (1968), por la que fue galardonada por primera vez con el prestigioso premio Governor General in Arts, y que ha obtenido en dos ocasiones más.

Sin embargo tengo que advertir que la morosidad descriptiva de Munro en La vida de las mujeres, sobre todo en los cuatro primeros relatos, la insignificancia de los argumentos y la placidez de la narración, sin un clímax dramático evidente, pueden conducir al lector poco sacrificado o al amante de historias trágicas y trepidantes al aburrimiento. Es preciso tenerlo en cuenta a la hora de abordar la lectura. Para saborearla en toda su excelencia es necesario acomodarse al ritmo expositivo lento de la prosa de Alice Munro, pero llena de sensibilidad, inteligencia y emoción; atributos que la hacen intensamente viva.