Lamentación

(por la muerte de Vicenç Gual Vicedo)

Vicenç ha muerto. El amigo querido. El amigo fiel. Compañero de juegos en la infancia, cómplice en la adolescencia, confidente en la juventud, cuando yo rebosaba sueños e inquietudes.

Desde una vida humilde de oficinista me ha enseñado el poder de la bondad, la grandeza de la mansedumbre. De él he aprendido a destilar el afecto más allá de la coincidencia hasta obtener un sentimiento puro que te ensalza. Por él he sabido ver la nobleza del sacrificio, la responsabilidad asumida como signo de firmeza y no de debilidad. Generoso en tiempo y amor, me ha seguido entre la confusión del mundo hasta desprenderme de vanidades e imposturas. Y yo, que aspiraba a la inmortalidad y me he bañado en las aguas de la decepción y la renuncia, en él he hallado consuelo.

Unidos por el cordón umbilical de nuestra gestación paralela y la infancia compartida, nunca nos habíamos alejado tanto como ahora, y hasta no me acabo de creer que él, el amigo leal, me haya abandonado para siempre. Y lo construyo en el recuerdo y me acompaña a todas horas desde hace días con el convencimiento de que estará conmigo hasta el final. Guía y espejo, estímulo y conciencia, lo encontraré a faltar.

Descansa en paz, Vicenç.