Libertad, de Jonathan Franzen

Este verano, tras dos lecturas abandonadas –es recomendable abandonar una lectura cuando ves que se te indigesta–, abordé Libertad, de Jonathan Franzen. Isabel acababa de leerla y se había despachado las 812 páginas de la edición catalana en menos de dos semanas. Es cierto que se había torcido el pie y tuvo que hacer reposo unos días, lo cual favoreció la lectura. No obstante, era un buen indicador. Anna también me había hablado de la novela cuando se puso de moda hará cosa de un par o tres de años. (Y considero a Anna una excelente lectora a pesar de su entusiasmo por El diario de Bridged Jones. Supongo que en esta valoración pesa su condición femenina. Como en mi caso, la masculina. ) Parecía, pues, una apuesta lo bastante segura como para borrar la decepción de los fracasos anteriores.

“La primera gran novela americana del siglo XXI”, pone en la cubierta de la edición catalana de Libertad junto con el título y el autor. Considerando que Franzen publicó Freedom el 2010, pensé que la frase resultaba un tanto atrevida, ya que la situaba de manera categórica por encima de las novelas aparecidas en los Estados Unidos durante los diez años anteriores, algunas firmadas por autores tan destacados como Philip Roth, Don DeLillo, Cormac McCarthy, Thomas Pynchon, Toni Morrison, Joyce Carol Oates y Richard Ford, por citar tan solo algunos de los que conozco.

Después de leer la novela considero que no puedo negar ni confirmar la frase de promoción. Me faltan elementos para un juicio tan rotundo. Pero sí que quizás pueda argumentar algo en favor de quienes la suscriben.

1. De entrada es una novela lo bastante larga como para considerarla “gran” si el calificativo hace referencia a la extensión. 2. Abarca un periodo de tiempo que cubre la segunda mitad del siglo XX y se adentra en el presente, con referencias a sucesos políticos, económicos y sociales que han marcado el cambio de siglo en los Estados Unidos y en el mundo occidental en general. Esto le otorga la contemporaneidad. Y 3. Por sus páginas desfilan toda una serie de personajes que ofrecen un retrato lo suficientemente amplio de la sociedad norteamericana del momento. Repasémoslos:

Los protagonistas son la familia Berglund: Patty –buena jugadora de básquet en su etapa universitaria, hija adusta y madre abnegada–; Walter –joven responsable, estudioso y ecologista recalcitrante, atrapado en los embrollos de la vida–; sus hijos Joey –intrépido y ambicioso– y Jessica –tan responsable como su padre hasta el punto de hacerse algo repelente–; y Richard Katz, un roquero atractivo, bohemio, mujeriego y reparador de terrazas y tejados en los momentos de crisis, amigo íntimo de la pareja Berglund y su factor cohesivo y desestabilizador a la vez.

Alrededor de estos personajes principales giran otros secundarios –familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y conocidos– que configuran un mosaico de tipologías humanas que retrata la sociedad occidental contemporánea, sus valores, sus obsesiones y sus miserias.

Y este entresijo de historias personales está narrado con una prosa ágil y clara, sin divagaciones –salvo el proyecto de la Fundación Montaña Cerúlea, que tuve que releerlo y aún no he acabado de comprenderlo del todo. Los personajes se explican a través de diálogos que respiran naturalidad y que los hacen convincentes a pesar de su extravagancia en ocasiones. Y todo discurre con una suavidad de mecanismo bien engrasado hasta llegar a un final de cuento moral, que no contaré.

Como Isabel, tardé unas dos semanas  en leer Libertad, y yo, afortunadamente, no me torcí el pie ni sufrí ningún incidente que me atase al sofá o a la tumbona y me apartase de las tareas de mantenimiento de la finca de Son Bauló, que tanto me entretienen durante el verano. La leí a ratos, por la mañana, por la tarde, por la noche, siempre que tenía un momento quería saber cómo proseguían las vidas de Patty, Walter y Richard, qué ocurría con los hijos, como resolvía Joey su relación prematura con Connie, la hija de Carol, la vecina, qué ocurría con Jessica y Lalitha… En fin, que me enganchó.

Libertad será o no la primera gran novela americana del siglo XXI, no lo sé, pero lo que puedo asegurar es que se trata de una novela bien escrita, sólida y entretenida, que te arrastra sin grandes sobresaltos por la vida sobresaltada de los Berglund.