Noticia de Son Bauló

Este año ha sido llegar y besar el santo. Cuando el viernes pasado llegamos a Son Bauló para instalarnos a pasar el verano, el huerto ya iba a todo trapo. No nos había pasado nunca. Siempre, lo único que encontrábamos a punto de consumir cuando llegábamos eran calabacines; al resto le faltaba madurar. Pero este año fue bajar del coche y empezar la cosecha. Hemos cogido casi de todo lo que habíamos sembrado: tomates, berenjenas, pimientos de trempó y de asar, pepinos, judías verdes, col rizada, remolacha…, incluso hay tres sandías que ya están a punto. No sé la causa de esta eclosión tan tempranera; quizás la ola de calor que sufrió la isla mientras nosotros estábamos en Suecia… Es lo único que se me ocurre; porque lo habíamos sembrado todo como cada año, a finales de abril, principios de mayo. La única diferencia fue que esta vez tiramos los tubos de riego por encima de la tela negra. Pero no creo que esto haya sido la causa de tan rápida maduración y de una exuberancia que deja a nuestros amigos boquiabiertos.

Porque, ciertamente, el huerto está espectacular. La ampliación ha proporcionado a la finca una mancha de verdor vistosa y refrescante. Las calabazas, las sandias y los melones extienden sus tallos rastreros en todas direcciones y ocultan el rastrojo bajo un tapiz de hojas ondulante. Las tomateras trepan, aéreas, por las estructuras de cañas con una frondosidad selvática. Y a media altura, pimientos y berenjenas se adornan con los frutos, que cuelgan como pendientes. Creo que es el primer año que el huerto presenta una apariencia ordenada y no es aquel caos enojoso. La ampliación, a pesar de que le ha ido asociada la introducción de nuevos cultivos, creo que le ha sentado bien y que la faena ha valido la pena. Ahora, la labor que nos toca hacer es la de almacenaje, conservación y preparación de la vasta producción que tenemos, especialmente de calabacines. Porque si las dos o tres matas habituales ya nos proporcionaban una docena de calabacines a la semana, las siete que tenemos este año por un error de identificación a la hora de sembrar los planteles pueden colapsarnos las dos neveras y la despensa, aparte de hartarnos hasta el aburrimiento.

Por lo restante, todo se manifiesta como de costumbre: los ciruelos están dando unas ciruelas deliciosas, los algarrobos, una sombra refrescante, las higueras parece que se recuperan y ya muestran higos diminutos, las adelfas perfuman la terraza este y los pinos van ufanos y proporcionan un soporte idóneo a las hamacas. Los únicos que no están muy bien son los almendros, que no sé por qué, han perdido los almendrucos que tenían el mes de abril. Miquel, el payés, me había dicho que hay un hongo que desde hace algunos años está devastando los campos de la isla; quizás les ha tocado el turno a los nuestros. Es una pena, porque la finca sin almendros parecerá desnuda.