Noticia de Son Bauló

El verano avanza plácidamente en Son Bauló, sin estridencias termométricas remarcables. En algún momento ha hecho mucho calor, pero han sido episodios puntuales que todos, plantas y animales —nosotros entre éstos—, hemos soportado con resignación. Este año el huerto ha sido mejor planteado desde el principio y no es la selva amazónica de otras veces. La producción es buena salvo los calabacines que nos han pillado oídio y se pudren en la mata antes de engordar. A ver si sulfatándolos conseguimos recuperarlos.

El día a día se desarrolla como siempre: Isabel con sus baños y caminatas y yo faenando por la finca para darle la armonía que me permite relajarme, pero que nunca logro del todo, porque mis ojos de maníaco del orden siempre ven algo más que hacer. También leemos y asistimos a eventos sociales y culturales como cenas con amigos, fiestas, conciertos y presentaciones. Precisamente el último acto al que asistimos ha sido la presentación del libro Viatge a La Posidònia, de Tomeu l’Amo, conocido de Isabel.

Tomeu l’Amo es el sobrenombre artístico de Bartomeu Payeras, biólogo de formación y artista plástico de vocación. Isabel lo conoce de hace años, de cuando ambos frecuentaban un grupo de amigos comunes de Sa Pobla, y en alguna ocasión hemos asistido a la fiesta que suele hacer por Sant Bartomeu en su finca de Can Virell, en la Colònia de Sant Pere, y hemos visitado el estudio donde trabaja y guarda una obra extensa y variada tanto de dibujo y pintura como tridimensional, ésta hecha en su mayor parte con elementos recuperados del mar, en la línea de los objects trouvés.

La presentación la hizo en la playa de Ca los Camps, en donde algunas tardes de verano hemos coincidido cuando, al anochecer, deja el trabajo y va a nadar. Cabe decir que Tomeu es un excelente nadador y, a pesar de los años —tantos como los míos—, conserva un cuerpo atlético y esbelto, en plena forma física. El acto era a las ocho de la tarde, supongo que para hacerlo coincidir con la puesta de sol, que en Ca los Camps es espléndida, y consistió en una performance en la que el artista, figurando ser un hombre primitivo, el último representante de la tribu que habitaba la isla, nos presentó una carpeta llena de dibujos que se encontró o recibió de alguien. Ahí me perdí porque el salvaje hablaba una lengua extraña que un traductor —su amigo Lucien Farameli— nos iba traduciendo de forma improvisada. 

Según nos había informado previamente la presentadora del acto, las imágenes que componen el libro —una combinación de fotografía, dibujo y tratamiento por ordenador— relatan el viaje de Tomeu l’Amo al país mágico de La Posidonia, donde fue cautivado por las hijas de Neptuno: las posidonias. Y nosotros pudimos contemplar los resultados plásticos de esta experiencia, que era lo que contenía la carpeta del aborigen y que nos fue mostrando hoja a hoja.

La presentación terminó justo en el ocaso y, mientras unos se bañaban para quitarse el maquillaje de la puesta en escena y otros picoteaban coca de trempó y bebían un vasito de vino, el sol se ocultó y tiñó el cielo de un grana encendido que se reflejaba en el mar, inquieto y vibrátil al ritmo de las olas. Yo estuve un rato atento por si veía asomar la cabeza a alguna de las bellas posidonias, hijas de Neptuno, que habían fascinado a Tomeu, pero fue inútil. Seguramente este privilegio había sido exclusivo del artista.

Paso en enlace a la web de Tomeu l’Amo por si alguien quiere echar un vistazo a su obra.