Noticia de Son Bauló

Esta vez se trata de una mala noticia. La Xylella fastidiosa ha tomado posesión de la finca y está acabando con todos los almendros. Pronto estaremos rodeados de cadáveres, árboles secos con las ramas retorcidas alzándose hacia el cielo en un  gesto desesperado y agónico. Da pena de ver. Ha sido rápido. En un año o año y medio la enfermedad se ha extendido de un extremo a otro de Son Bauló y ha afectado almendros, ciruelos, acebuches y ahora parece que también a los limoneros. Y dentro de la lista de probables víctimas están los olivos, los naranjos, la parra, el albaricoquero, el laurel y las adelfas. Si no la podemos detener, perderemos el 80% de la masa verde que nos rodea y que nos hace soportable este verano tórrido y seco mediterráneo, y que cada vez lo será más.

La Xylella fastidiosa es una bacteria que se instala en el tejido conductor que transporta la sabia del vegetal —el xilema— y lo destruye hasta el punto de impedir que circulen el agua y los nutrientes. De este modo el árbol enferma, las hojas y los frutos se secan, y acaba muriendo. El agente transmisor de la enfermedad son los insectos chupadores —especialmente la cigarra espumadora (Philaenus espumarius)— que se alimentan del xilema y que al picar la planta infectada, adquieren la bacteria y contagian a la siguiente. Lo más descorazonador es que no se ha descubierto aún una manera eficaz de combatir la Xylella fastidiosa y solo pueden tomarse medidas para evitar la propagación, consistentes en arrancar y quemar las plantas infectadas, establecer una zona de cuarentena a su alrededor y combatir el agente transmisor con insecticidas.

No obstante, hasta ahora estas medidas se han manifestado ineficaces y, desde que se localizó por primera vez la bacteria en unos viñedos de California a finales del siglo XIX, se ha extendido hacia Méjico y Sudamérica y ha saltado al sur de Europa y a Asia meridional. En Europa aparece por primera vez en el sur de Italia en el año 2013, atacando el olivar; el 2015 se localiza en Córcega y la Costa Azul francesa; el 2016 llega a las Baleares y hace estragos en los almendrales mallorquines; el 2017 la plaga alcanza la península, en concreto aparece en la Marina Baixa alicantina, y rápidamente se extiende hacia Castilla y Andalucía; y el 2019 llega a Portugal.

La Xylella fastidiosa parece imparable y como factores que facilitan su proliferación están el abandono de los cultivos por parte de sus propietarios, que han pasado a dedicarse a otras actividades, el envejecimiento de las plantaciones de árboles y el cambio climático, que está mitigando las bajas temperaturas en toda la cuenca mediterránea para satisfacción de la bacteria, que por debajo de 5˚C no vive.

A mí, tanta mortandad me deprime. Porque no es solo nuestra finca la afectada, lo están también las fincas vecinas y todo el norte de la isla. La reconversión del campo mallorquín del sector primario al terciario, con antiguas casas payesas convertidas en chalés de ocupación estacional o turística, no favorece en absoluto la conservación de un paisaje agrario que reclama atención y esfuerzo para seguir vivo. Se acabaron las imágenes bucólicas de los almendros en flor de febrero, los almendrucos aterciopelados, el verde refrescante en plena canícula de los árboles frutales, el trajín de varear las almendras, los turrones hechos en casa con la cosecha propia…; todo esto se acabó. Y lo lamento muchísimo, porque imágenes y acciones van asociadas a un estilo de vida que se pierde y del que durante unos años he podido gozar a pesar de mis orígenes urbanos. Supongo que para Isabel el duelo por la pérdida aún será mayor, para ella lo que se acaba es parte de su pasado, el legado de sus abuelos agricultores.