Por los Cingles de Bertí

La primera caminata del año ha sido por los Cingles de Bertí. En esta ocasión Natxo tuvo en consideración mis limitaciones y programó un recorrido de cuatro horas, que, minuto más, minuto menos, se cumplió. El desnivel también fue moderado, y como colofón, comimos en la Fonda Europa, un establecimiento de Granollers con más de 300 años de tradición, cuyos dueños han sabido evolucionar a tenor de los tiempos y ofrecen un espacio agradable, un buen servicio y una cocina excelente.

Por los Cingles de Bertí he paseado a menudo en compañía y en solitario; encuentro que es uno de los parajes más bonitos de los alrededores de Barcelona, con vistas espectaculares sobre la depresión Prelitoral, a la altura del Vallès, el sector oriental del Montseny —Pla de la Calma y Matagalls—, el valle del Congost y la Plana de Vic. Además, tiene el interés añadido de que, si eres aficionado al estudio de las rocas, aquí encuentras de todo tipo, ígneas, metamórficas y sedimentarias, en una secuencia de materiales paleozoicos, mesozoicos y terciarios fácil de identificar y en un recorrido relativamente corto. Recuerdo que una de las primeras veces que visité este paraje lo hice como alumno de un curso de Geología de la UB y nos pasamos el día montaña arriba, montaña abajo, identificando rocas y observando la estratigrafía.

 Los relieves más abruptos son los riscos de areniscas calcáreas, un material duro, que la erosión de las aguas que canalizan los ríos Congost y Tenes han cortado en vertical. La alternancia con materiales más blandos ha dejado amplios rellanos, ocupados por campos, masías y manchas de bosque. El bosque de pinos y encinas también ocupa los taludes a pie de risco y las partes más elevadas, donde se alterna con un matorral de brezo y romero.

La proximidad a la ciudad hace que los Cingles de Bertí sean un destino idóneo para la práctica del excursionismo, con varios recorridos señalizados, que circulan por senderos, caminos y pistas. El que hicimos nosotros partió del Santuario de Puiggraciós (689 m) hacia el Coll de Can Tripeta; del collado, seguimos el camino que baja hacia el río Congost hasta encontrar el sendero que circula por la Solana de la Rovira y sube al riscal por el Grau de Montmany. Un camino-sendero va resiguiendo todo el risco y proporciona unas vistas espléndidas.

Es el tramo más espectacular del recorrido, ahora señalizado como GR-5. Desayunamos en Els Castellets con el valle del Congost a nuestros pies y las poblaciones de Aiguafreda, Centelles y Els Hostalets de Balenyà a la vista; más allá, la Plana de Vic y los relieves del Cabrerès, y cerrando la visión, en la lejanía, las cumbres nevadas del Pirineo. Enfrente, como las patazas de un dragón adormecido, los contrafuertes del Pla de la Calma, los surcos de los torrentes y la línea ligeramente ondulada de esta penillanura integrada en el macizo del Montseny.

Abandonamos el GR-5, que desciende por el Grau de les Avellanedes, y por una pista que rodea el Puigfred (934 m) fuimos a buscar el sendero que sube hasta él y enlaza con el PR C-33, que lo recorre por arriba, pasa por la Font del Pollancre y va a buscar el Collet de les Pereres. Desde allí y por la pista de la izquierda, siguiendo las señales blancas y amarillas del PR, se llega a la iglesia de Sant Pere de Bertí, románica, centro de la antigua parroquia rural de Bertí. Proseguimos por el sendero hacia El Clascar, un caserón en ruinas de aire romántico. El edificio también es conocido como Castell de Bertí, porque ocupa el emplazamiento de un antiguo castillo referenciado a partir del siglo X. Con el tiempo, el castillo pasó a ser una casa fuerte y, luego, una masía, que, a principios del siglo XX, sufrió la fantasiosa restauración que le da el aspecto actual. Allí se retoma el PR C-33, que nos conduce hasta el Coll de Can Tripeta por el Grau Mercader y, seguidamente, al santuario de Puiggraciós, de donde hemos partido. Lo fotografió porque, por la mañana, cuando hemos llegado, aún no había salido el sol. Cerca del santuario, en la cima de la montaña, hay una torre y una pequeña capilla donde, según la leyenda, un pastor encontró la imagen de la Virgen María que se venera en el templo. Admiro por última vez el paisaje donde Raimon Casellas sitúa la acción de Els sots feréstecs, la primera novela modernista, recojo los bastones y subo al coche. La Fonda Europa nos espera.