Reflexiones

Sobre la democracia y los demócratas

Estos días he tomado más el sol que en todo el verano. Y es que me he pasado bastantes horas en las concentraciones que se han convocado como respuesta a las actuaciones del gobierno español para defender mi derecho a votar en un referéndum sobre el futuro político de Catalunya. Soy más bien un manifestante de perfil bajo, no llevo ningún signo patriótico ostentoso ni grito excesivamente, pero sí que de vez en cuando coreo consignas que considero derechos inalienables de todo individuo y justos anhelos de un pueblo y que el gobierno español restringe en nombre de la unidad de España y de todos los españoles, que parece ser tienen el derecho de retener a los catalanes a pesar suyo y sin posibilidad de divorcio.

El gobierno español dice que actúa de la forma que lo hace en defensa de la democracia, y el gobierno catalán sostiene que la verdadera democracia es la que permite votar a sus ciudadanos y que por eso está haciendo todo lo posible para que voten. ¿Cuál de los dos tiene razón? ¿O es que la democracia, como la Biblia o el Corán, puede tener más de una interpretación y es capaz de amparar, según cómo se la interprete, la libertad de expresión y el autoritarismo represor?

El gobierno español basa su defensa de la democracia en el argumento de la inviolabilidad de la Constitución de 1978, la carta magna que rige el Reino de España, una constitución que dimana de cuarenta años de dictadura franquista y que tuvo que ser pactada con un estamento militar repleto de golpistas. Han pasado cuarenta años de aquella constitución mediatizada por la sombra de los sables, ¿no creéis que ya va siendo hora de adecuarla a los tiempos que corren? ¿O es que quizás el tiempo, en España, no ha corrido tanto como nos pensamos? Para algunos está claro que no —hay quienes todavía lloran la pérdida de Cuba—, pero para muchos otros que han tenido la suerte de no vivir aquella etapa infausta de persecución de las ideas y de las libertades y para muchos que sí la vivimos y que queremos dejarla definitivamente atrás, estos son otros tiempos y no comprendemos cómo la democracia se puede defender con la lectura restrictiva de una ordenación del Estado obsoleta y desde la falta de voluntad de revisarla. Y a partir de aquí, mintiendo, amenazando, conspirando, transgrediendo la misma ley que se pretende hacer respetar, restringiendo derechos, imponiendo castigos y deteniendo a personas por el simple hecho de colaborar en hacer posible votar. 

Porque por el momento, lo que los catalanes pedimos —no todos, claro, pero sí un buen puñado— es el derecho a votar en un referéndum, que los independentistas pueden ganar o no. Pero el gobierno español del PP, con el apoyo de los partidos conservadores —incluyo el actual PSOE en este concepto—, no quiere vivir el azar de la consulta y quiere tener la sartén por el mago sin esperar a ver qué se cuece en Catalunya, si una tortilla española o una butifarra amb mongetes. Pero podría ser que, como la sartén es de las viejas, de aquellas que hacía servir mi abuela, y la está calentando demasiado, si la coge con fuerza por el mango, se queme.