Reflexiones

Ayer fui a ver Joker, de Todd Phillips. Y más allá del acierto de sus guionistas —el mismo Phillips y Scott Silver— en convertir uno de las más populares antagonistas de Batman en protagonista de un film psicológico en torno de la marginación y el resentimiento como causas de la maldad, y de la extraordinaria interpretación de Joaquin Phoenix, lo que también me pareció interesante es el paralelismo que se puede establecer entre la situación de la ciudad de Gotham y nuestras metrópolis en el presente y en un fututo inmediato.

En Gotham, la ciudad imaginaria de Batman, reina el caos a consecuencia de la degradación de las condiciones de vida de sus ciudadanos, que ven recortadas las prestaciones de los servicios sociales a la vez que la pobreza se extiende a amplios sectores de la sociedad. La situación se agrava cuando una huelga en la recogida de basura llena las calles de ratas y suciedad. Mientras tanto, los ricos viven aislados en sus mansiones, alejados del conflicto, y la televisión sigue mandando a la población su ración de humor diaria a fin de mantenerla entretenida, de publicidad para que sigan consumiendo y de propaganda electoral ante unas próximas elecciones municipales. Pero el asesinato de tres empleados de uno de los próceres de Gotham que opta a la alcaldía a manos de un hombre disfrazado de payaso se interpreta como un desafío a los poderosos, el disparo de salida para la revuelta, y los ciudadanos de Gotham se lanzan a la calle con máscaras de payaso en una manifestación en contra de los gobernantes, que acaba en disturbios.

Hace unos días, en las manifestaciones de París contra el proyecto de unificación del régimen de pensiones, había personas que se manifestaban con caretas de payaso en una clara alusión a los manifestantes de Gotham, que hartos de sufrir una degradación social que los aboca a la miseria, asaltan las calles y siembran el caos.

¿Pero es que quizás este orden social que promueve la desigualdad no es también un caos? ¿No es también violencia la que se ejerce desde el poder económico con el fin de defender un modelo basado en la opulencia de pocos y la pobreza de muchos? En Chile, en Colombia, en Bolivia, en Argentina, en Venezuela, en Brasil, en Hong Kong… —y podría seguir con países de Asia y de África— los conflictos se extienden ante el malestar de la gente, obligada a enfrentarse a unas circunstancias cada vez más duras, con más miseria y más violencia. El mundo entero vive la incertidumbre de las transformaciones que comportará el cambio climático en el marco de un neocapitalismo que quiere permanecer ciego a las evidencias a fin de preservar su modelo predador.

Viendo la película me dio la impresión que veía las ciudades del planeta dentro de treinta o cuarenta años, cuando las condiciones naturales para la supervivencia de los seres humanos sean más extremas y haya más refugiados a causa de los conflictos y de la pérdida de tierras emergidas, cuando la sequía convierta en improductivos extensos territorios o incremente los incendios forestales… Me dio la impresión que Gotham era el futuro que nos espera, y en él, personajes maltratados y desesperados, alienados y enloquecidos por unas circunstancias tan adversas, pueden proliferar y, como en el film, convertirse en líderes de la revuelta de los marginados, los miserables, los nihilistas. En la Revolución francesa ya pasó. I más cercano aún: ¿Hitler no podría considerare una especie de Joker? Dementes entronizados por una multitud desesperanzada, ávida de salvadores a cualquier precio.