Reflexiones

Sobre el proceso creativo de Atlàntic

Como quizás algunos de los que recibís pacientemente estas notas tengáis la curiosidad de leer Atlàntic, os contaré algunas de sus intimidades.

El proceso creativo de una obra es complejo y personal, hasta el punto de que cada artista tiene el suyo, y en cada artista, cada obra. En mi caso, Atlàntic surge de un fracaso.

Tras pasarme tres años trabajando en una novela y reescribirla varias veces sin ningún resultado entré en una de estas crisis de creatividad de las que tanto se habla y en las que no creía hasta que me cayó encima. La crisis tomó la forma de la duda, esa duda que me persigue y que ya había asumido en el ámbito sentimental, ahora se extendía a la escritura y cuestionaba lo que se había convertido en mi forma de vivir, mi profesión. ¿Eres realmente un escritor? ¿Cuando menos, el escritor que aspiras a llegar a ser? ¿Tienes capacidad? ¿Tienes talento? ¿Por qué no lo dejas correr? ¿No ves que no lo consigues? Quizás ya lo has dicho todo y ahora toca callar y tirar hacia otro lado. Todo esto me lo preguntaba ante trescientas páginas que no funcionaban y un montón de horas de trabajo inútil.

Finalmente comprendí que lo que debía de hacer era coger aquellas páginas y meterlas en un cajón, olvidarme de ellas y emprender un proyecto nuevo. Porque no sé vivir sin un proyecto, lo necesito para respirar sin sentir una opresión en el pecho, es mi bombona de oxígeno. ¿Pero qué proyecto, si no tenía ninguno? La duda sobre mi capacidad y la necesidad de concebir un proyecto nuevo que me absorbiese y que no sabía de dónde sacar me ofuscaban hasta el extremo de la confusión y la angustia. La posibilidad de repetir un cuadro depresivo como el que había sufrido en mi juventud, y que tengo la sensación de que siempre me acompaña, me asustó y pensé que tenía que actuar de algún modo, que debía de ocuparme en algo. Y la única manera que tenía de actuar, la ocupación más inmediata que tenía a mano era escribir. Y empecé a hacerlo: la escritura como placer y no como reto; como juego intrascendente y no como búsqueda del triunfo; como terapia ocupacional y no como objetivo profesional.

Y, sin ningún propósito, una historia que se había estado gestando desde hacía muchos años de forma inconsciente empezó a salir poco a poco, como se desovilla el ovillo de lana mientras tejes el jersey. Diez páginas, quince páginas, veinticinco páginas…; dos personajes, tres, cuatro personajes. El relato tomó forma alrededor de un tema que me había impresionado e interesado desde la adolescencia y primera juventud: África, la esclavitud y el tráfico de esclavos, el mar y la navegación, la vida como riesgo y aventura. Toda una serie de lecturas y reflexiones hechas a lo largo de los años empezaron emerger y a proporcionarme ideas y vocabulario, personajes y situaciones, y un relato se fue configurando. Y como no había la presión de un propósito, sino la simple finalidad de ocupar el tiempo en aquello que creía que sabía hacer mejor, la novela fue creciendo como un entretenimiento, saboreando la recreación de atmósferas, los ambientes, el léxico, la forma, buscando la frase simple y musical, el enunciado perfecto, explicando con detalle y emoción cada escena, cargando a los personajes de humanidad, tanto para el bien como para el mal: el capitán Ferrer, el factor portugués, Djembo, el "Boter", Marc, el grumete atormentado por los remordimientos, el alférez Flaherty… Todos fueren entrando en escena y ocupando su lugar en la historia. Una historia que inicialmente me planteé sin final, sería un relato continuo, trabajaría en él hasta que mis capacidades disminuyeran y no pudiese continuar, el proyecto definitivo y salvador… Hay quien ocupa el tiempo saliendo a caminar diariamente, o jugando a la petanca, o coleccionando sellos, como mi padre, yo escribiría una historia interminable.

 Pero a medida que la historia tomaba forma, yo sanaba, recuperaba la confianza, la ilusión y la ambición creativa, ya no era el subconsciente el que me proporcionaba el relato, sino que empecé a meditarlo, a dirigirlo… Los personajes crecieron, tomaron consciencia de sí mismos y comenzaron a construir ellos también la historia. Y todos juntos nos pusimos a tirar en la misma dirección. Así empezó Atlàntic. Pero una vez escrita y releída la primera parte, las cosas cambiaron.

(Continuará)