Viaje a Suecia

97.500 lagos

No sé por qué un lago ejerce en mí tanta fascinación. Y si, además, el lago es un lago famoso, uno de estos lagos que cuando estudiaba de chico me tuve que aprender de memoria porque estaba en la lista de los más grandes de algún continente, entonces la fascinación raya el embeleso.

Embelesado. Así es como me sentí ante la dilatada superficie de agua del Vänern y del Vattern, los dos lagos más grandes de Suecia, un país que tiene más de 97.500 lagos que superan la hectárea de superficie. Y no era porque el paisaje fuese nada extraordinario; su grandeza les resta la belleza que puede tener un pequeño lago del Pirineo metido entre montañas, por ejemplo. Allí la emoción la produce la reflexión, el pensar que toda aquella masa de agua dulce tan extensa tiene su origen en la fusión del hielo que se acumuló en el norte de Europa en la última glaciación hace un montón de años, que el paisaje sueco, salpicado de agua de norte a sur, es el resultado de un modelado glaciar que el período interglaciar en el que vivimos ha hecho visible.

Ante las aguas tranquilas de estos dos lagos inmensos, paseando por sus riberas, se percibe la respiración de la naturaleza, el latido misterioso de Gaya. Quizás es esto lo que me atrae de un lago, el hecho de sentir a través de él que el planeta está vivo y se transforma, como nosotros mismos, que todo es una cadena de causas y efectos a partir de no sé qué momento de inicio y hasta no sé qué final.

Al Vattern (1.886 km²) llegamos desde Skövde en un autobús de línea que nos dejó en la pequeña población de Hjo tras media hora de viaje y una infinidad de paradas —paraba en cada granja y en cada aldea. A pesar de su origen medieval, hoy Hjo es una población de veraneo, con una playa, un puerto deportivo, un club náutico y todos los servicios que la navegación de recreo pide. También tiene el atractivo de una serie de bonitas casas de madera perfectamente conservadas, que evocan la sociedad burguesa sueca de principios de siglo XX.

Al Vänern (5.519 km²) fuimos dos días después; nos llevó la organización del congreso de matemáticas, consciente de la importancia geográfica de esta lago sueco, el tercero en el ranquin europeo tras el Ladoga y el Onega, ambos en territorio ruso. El autocar nos situó en el punto de la orilla de donde arranca el tramo del canal de Göta que une el Vänern y el Vattern. Este canal, que data de principios del siglo XIX, permite navegar por el interior de Suecia desde el estrecho de Kattegat, en el mar del Norte, hasta el mar Báltico. De gran repercusión económica en un principio, el ferrocarril, primero, y el transporte por carretera, después, lo han relegado a un papel meramente recreativo. Ahora, en tres días de crucero se pueden recorrer los 190 km de canal y gozar de un recorrido magnífico por un rosario de lagos de la región de Gotland.

Con Isabel y Dani nos alejamos del pequeño puerto deportivo y de la zona urbanizada para tener una visión amplia del Vänern sin interferencias humanas, todo naturaleza. Tras dejar atrás varias casas que han privatizado la orilla del lago, tomamos por un sendero que, entre pinos y robles, nos condujo hasta un punto en el que nos pudimos fotografías junto al agua.

Estos lagos de la llanura sueca, resultado de la excavación realizada por la masa de hielo que la cubría hace unos 100.000 años, no son muy profundos. La profundidad media del Vänern es de 27 metros, y la del Vattern, 39; y las máximas son respectivamente 106 y 128 metros. El mar Báltico, que tiene el mismo origen glaciar que los lagos, también es un mar poco profundo —57 metros de profundidad media y 459 de máxima— y con una salinidad muy baja, sobre todo al norte, en el golfo de Botnia, en donde viven especies de agua dulce.

Eran las siete y media de la tarde y lucía un sol diáfano. Volvimos al autocar y media hora más tarde estábamos sentados en la terraza suspendida sobre las aguas del Vänern de un restaurante de Mariestad. Ante nosotros una inmensidad de azul se perdía en el horizonte —en aquel punto la ribera opuesta está a 80 km—; hacia el norte, más agua y, en la lejanía, la silueta del puente que une la orilla con la isla de Torsö, la mayor de las 12.300 islas e islotes del lago. Fue una excelente cena de clausura del congreso, por el marco y por la comida.