El orden del día, de Éric Vuillard

Siempre es agradable hacer amigos. Sobre todo cuando llegas a una edad en la que algunos de los que tenías han comenzado a abandonarte, y no por propia voluntad. Por eso valoro tanto que Joan de Déu Prats y yo hayamos profundizado en una relación de hacía tiempo, pero que no había pasado de mera simpatía.

En el marco de esta nueva amistad, que se ha establecido a base de largas charlas sobre mujeres y literatura, dos temas recurrentes en mí y que han encontrado eco en Joan de Déu, una tarde me pasó un libro para que lo leyese sin querer hablarme de él. «Ya lo comentaremos cuando lo hayas terminado», me dijo. Y la verdad, me intrigó. Normalmente, cuando prestas un libro a alguien es porque te ha gustado y no puedes evitar elogiarlo. Pues él no lo hizo; es más, ni siquiera quiso decirme de qué iba. Era un libro más bien delgado, de un tal Éric Vuillard, que no conocía, y con un título tan poco sugerente como El orden del día. La única información atrayente que me dio fue que era el premio Goncourt 2017.

Naturalmente, con tanto misterio, aquella misma noche lo empecé a leer, y solo me detuve cuando el sueño me venció a las tantas de la madrugada. Pero al día siguiente, nada más poner los pies en el suelo, proseguí la lectura hasta terminarlo. El orden del día fue un descubrimiento sorprendente, no únicamente por el tema —el preámbulo de la Segunda Guerra Mundial—, sino por el tratamiento literario y la excelente escritura.

Vuillard plantea la obra en escenas, momentos concretos entre 1932 y 1938, que elige a fin de mostrarnos las maniobras del nazismo para alcanzar el poder y llevar a cabo su plan de dominio de Europa y de eliminación de opositores ideológicos y judíos. Vuillard muestra el papel que jugaron los industriales alemanes en hacer posible el delirio de Hitler y sus colaboradores, el rédito que sacaron de ello durante la contienda y su supervivencia impune tras la derrota. Con descripción rica y minuciosa, descubre las falsedades y los engaños mediante los que el partido nazi gana las elecciones de 1933, su líder es nombrado Canciller de Alemania y, cinco años más tarde, se anexiona Austria ante la tolerancia inexplicable de Francia e Inglaterra. Vuillard describe personajes, hurga en sus conciencias y aventura emociones y sentimientos en hombres que protagonizaron les hechos. En una mezcla magistral de novela e historia, Vuillard proporciona al lector elementos objetivos y subjetivos para que saque sus propias conclusiones. Y lo más alarmante de todo es que en algún momento del relato puedes llegar a percibir un cierto paralelismo entre aquel pasado en el que prevaleció la mentira y el odio con nuestro presente.

Tras la lectura de El orden del día (Andanzas. Tusquets Editores. Barcelona, 2018), encontré otra obra del mismo autor: 14 de julio (Andanzas. Tusquets Editores. Barcelona, 2019). Aquí los hechos relatados son los de la revuelta popular en París que acabaron con el asalto a la fortaleza de la Bastilla, el disparo de salida de la Revolución Francesa. El planteamiento literario de la obra, publicada un año antes que El orden del día, es idéntico al de ésta, pero los resultados no son los mismos. En este caso, Vuillard, con la intención de poner en relieve al carácter anónimo y popular del levantamiento ciudadano, se pierde en una enumeración excesiva y confusa de nombres y de hechos que no nos ayuda a la comprensión del momento histórico elegido ni nos muestran su trascendencia. El resultado es un relato confuso que me acabó fatigando.

Sin embargo, la brillantez de El orden del día es tal, que le disculpo el intento poco logrado de 14 de julio. Por cierto, el día que yo nací; o sea, que justo el día que se cumplían 159 años del levantamiento en armas de los ciudadanos de París, iniciándose un proceso de cambio en el orden social que iba a transformar el mundo, mi madre me soltó en él. Casualidades de la vida.