Xavier Juncosa, un hombre del Renacimiento

Nos encontramos por la calle un atardecer del mes de noviembre, frente a la farmacia. Y a pesar de que hacía un montón de años que no nos habíamos visto, quizás treinta o treintaicinco, me reconoció. ¿Eres Lorman, verdad? Entonces yo también lo reconocí. Sí. Y tú eres Xavier Juncosa. Estaba más calvo, pero mantenía la expresión viva y cordial de antes. Y nos pusimos a charlar.

Xavier y yo nos habíamos conocido en el marco del colectivo Nous directors catalans, un movimiento que presuntamente tenía que dinamizar el cine de autor en Catalunya y que finalmente quedó en nada, en un simple intento de aglutinar cineastas con visiones muy diferentes sobre el cine para mirar de lograr juntos lo que no lograban por separado, que era dar a conocer su existencia a las administraciones públicas a fin de obtener financiación institucional para sus proyectos. En las primeras convocatorias fundacionales nos encontrábamos, que yo recuerde, Antoni Verdaguer, Ferran Llagostera, Albert Abril, Pere Vila, Anastasi Rinós, Pep Callís, Manel Cussó, Arturo Olmo, Xavier Juncosa…, y seguro que me dejo algunos. Eran momentos de efervescencia, con la autonomía recién estrenada y TV3 como la gran esperanza para todo el sector del audiovisual. Pero no todos los que participamos en aquellos primeros debates pasamos a formar parte del colectivo. En mi caso, las dudas vocacionales en torno al cine se impusieron a la hora de implicarme más a fondo. Y sí, se consiguió dinero para financiar algunas películas, pero fueron resultados muy puntuales y sin proyección ni continuidad, que agotaron el movimiento en muy poco tiempo.

Aquella tarde, Xavier y yo estuvimos hablando de esto y de nuestros recorridos personales después de aquella coincidencia. Yo sabía que él seguía haciendo documentales, y él, que yo había dejado el sector para dedicarme a escribir, pero poca cosa más. Y como Xavier es un hombre cordial y exuberante, capaz de hacer cosas que yo desconocía, el encuentro casual se nos quedó corto y nos citamos para volvernos a ver en el bar Velódromo.

A aquel primer encuentro concertado ha seguido alguno más y he podido hacerme una idea de cuál ha sido la fórmula de Xavier para hacer una extensa obra como documentalista a pesar del raquitismo de la industria audiovisual catalana y de las dificultades para acceder al dinero público de los cineastas independientes. Es muy sencilla: ha reducido los costos de producción a un mínimo imposible y se ha desligado de todo y de todos. Él establece el tema, escribe el guion, hace la producción, lleva la cámara, entrevista a los especialistas, graba el sonido, monta el material y pone la voz en off y la banda sonora. Lo hace todo solo, como una especie de hombre orquesta del cine. De este modo ha realizado hasta un centenar de documentales, algunos de los cuales son verdaderos ensayos de investigación histórica en formato audiovisual. Porque, como licenciado en Historia por la UB que es, ésta es otra de las actividades que practica con el rigor, la tenacidad y el entusiasmo que lo caracterizan, participando en congresos internacionales y publicando trabajos de relevancia.

Pero la cosa no se acaba aquí. También escribe y publica obra literaria, desde memorias familiares a novela psicológica, es un amante de la fotografía, posee amplios conocimientos de astrofísica y es socio de la Agrupació Astronòmica de Sabadell, con la que ha realizado tareas de divulgación científica, ha estudiado filosofía en el prestigioso Col·legi de Filosofia de Barcelona, practica el atletismo y es padre de familia. Ah, y habla seis idiomas. Él lo justifica diciendo que su abuela era suiza.

La verdad es que este hombre me tiene admirado. No sé cómo se lo ha hecho para que el tiempo, que a mí se me ha fundido en las manos con escasos resultados, a él se le haya estirado tanto y le haya permitido adquirir unos conocimientos tan amplios y realizar una tarea tan vasta y diversa, y que sin duda seguirá, porque, con poco más de sesenta años, Xavier Juncosa parece estar en la flor de la vida.