Noticia de Son Bauló

El verano empezó con unas temperaturas suaves que perjudicaron la parte del huerto que requiere más calor. Las meloneras se han secado antes de tiempo por culpa de una enfermedad y en las tomateras ha aparecido el gusano del tomate, que perfora el fruto, penetra en él y se lo come. La variedad cherry es la menos perjudicada, como si el gusano no quisiera tomarse la molestia de introducirse dentro por tan poca cosa; en cambio, con las más grandes, las de corazón de buey y de ensalada, se ha ensañado y no hemos cogido una que no estuviese tocada; las de pera van haciendo. Finalmente, Isabel, tan reacia a emplear  productos fitosanitários, ha tenido que rendirse a la evidencia y tratar las tomateras con un insecticida ecològico.

Pero el éxito sorprendente de este año han sido las judías; un cultivo que teníamos como marginal nos está produciendo decenas y decenas de judías verdes larguísimas —algunas sobrepasan los 60 cm. ¿De dónde han salido? El año pasado, una amiga de Isabel le regaló unas semillas que le había dado alguien del Jardí Botànic de Sóller. Las plantamos y crecieron estas judías, pero como no sabíamos exactamente lo que eran ni cómo se comportarían, plantamos solo dos. Nos fueron bien y las judías eran espectaculares, con cuatro o cinco ya hacíamos una buena ración para comerlas hervidas, frías o calientes. Las que se secaron en la mata, Isabel las desgranó y esta primavera plantó la simiente. Hemos plantado seis, de éstas tan solo tres se han desarrollado bien y han alcanzado una altura que supera los dos metros; pero solamente con la producción de estas tres estamos llenando la nevera de judía verde.

 Ante el éxito, he querido conocer la filiación de las judías y he llamado al Jardí Botànic de Sóller. Se trata de la Vigna unguiculata subsp. sesquipedalis, popularmente judía espárrago, una variedad que antiguamente se había cultivado en Mallorca y que han recuperado los botánicos de Sóller. La largada extraordinaria de la judía es el atributo principal de la subespecie sesquipedalis. La Vigna unguiculata a secas hace la judía más corta y se la conoce como frijol, chicharo o judía de careta.

Como a causa del confinamiento plantamos muy temprano, hemos tenido sandías desde San Juan. Los calabacines, como siempre, son esplendidos en fruto; por el contrario, las calabazas también han acusado la falta de calor y van más perezosas. A pimientos y berenjenas les cuesta arrancar, pero esto nos pasa cada año; incluso ha habido años con una producción tan escasa que hemos tenido que comprarlos a Rafela.

Por el resto, la vida en Son Bauló, asumida la pérdida de almendros y ciruelos a causa de la Xylella fastidiosa, es plácida y tranquila. Los cítricos se han recuperado, aunque de momento dan poco fruto —parece ser que les faltaba hierro—, y hemos plantado cuatro olivos, dos higueras y un ciruelo, de los que alguien se beneficiará algún día, porque de momento solo requieren atenciones.

En el jardín todo marcha, especialmente la yuca pie de elefante, que se ha hecho colosal, y la morera fruitless ya extiende su ramaje por encima del tejado del porche. Las adelfas, exuberantes, son pródigas en flores y llenan de color y aroma la terraza de delante, y la jacaranda me ha agradecido la poda que le hice y está mejor que nunca. Ah, y la parra que ya dábamos por muerta, se ha rehecho y empieza a cubrir la media glorieta que tiene assignada. Confiemos que no vuelva a desfallecer.

Por lo que respecta a nosotros, los habitantes de Son Bauló, hemos reemprendido las rutinas de verano: Isabel, sus caminatas y sus baños, y yo faeno por la finca, leo y escribo. La única preocupación es la persistencia de la covid-19, que, aunque no quieras, te condiciona la vida.